Levando la mirada
y cada día los montes son
más inaccesibles,
ahora que, como medida de
seguridad,
me he acostumbrado a mirar
el suelo inmediato.
También la cúpula celeste
está considerablemente más
alejada,
más sumida en su mundo
y, al parecer, con una cohorte
de objetos extraños
pululando ingrávidos en
derredor,
pendientes de una
atracción
que podría ser las piedras
del hondero.
Los ríos se alejan, los
pantanos se retraen
exprimiéndose el jugo y dándose
en vida,
el mar es un regalo
envenenado
debidamente envuelto en
plásticos
que llevan a la muerte.
Con precisión, percibo una
visión dantesca,
una perspectiva obscena y
decadente
que desubica nuestro
enclave
hacia el precipicio de una
hecatombe;
pero también podría ser
que milito
en la estrategia de una
obsesión.
Dicen que es el progreso y que hay que seguir jodiendo.
ResponderEliminarUn abrazo.