Tozudez, un callejón sin
salida
que acabará dándonos
con las puertas en la
narices.
No es fácil. Ya sé por mí
mismo
que no es fácil,
cargar con el peso del
error
y levantar la cara sin
sentirse humillado.
La terquedad conduce,
inevitablemente,
a las orejeras diseñadas
para las acémilas
que, en ocasiones,
tantos de nosotros
merecemos.
“Sostenella y no enmendalla”,
tiene sus amargas
consecuencias,
como confundir la mar
serena
con un campo sembrado de maíz
y adentrarse en las aguas
calculando la futura cosecha,
persistiendo en el engaño
lleva a la sima sin
retorno.
Como la mar no es camino
seguro
porque no es piedra, ni suelo
firme,
tan solo un destello de
jade
con ciertas irisaciones,
cuando lo ilumina los rayos
del sol;
así también quien no
corrige la deriva
y se deja ondear al capricho
de los vientos,
desenvainada la espada
y sin poseer los menores
rudimentos
de una buena atalaya,
ante el órdago que provoca
su obstinado desparpajo.
Frente a la terquedad, sagacidad;
contra la complejidad de
la insistencia,
sencillez, disculpas, y
enmendar el entuerto.
Sencillez, disculpas y enmendar el entuerto, requieren humildad y la humildad, requiere madurez. Si existe puede haber esperanza todavía.
ResponderEliminarFuerte abrazo.
Es que pedir perdon cuesta trabajo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Reconocer el fallo y pedir disculpas es el único camino que nos lleva a erradicar el error para no volverlo a repetir. Saludos
ResponderEliminarEncerrarse en una idea nos paraliza y no podemos avanzar, porque la verdad tiene variedad de puntos de vista y hay que escuchar a los demás. Falta de madurez y humildad, como dice Sara, nos lleva a un callejón sin salida.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz noche, Francisco.
Sabio consejo hecho poesía, es de sabios enmendar errores, aunque también es de valientes de corazón y espíritu. Besos
ResponderEliminar