Esta edad penúltima
invita,
como una coda,
a volver al ayer de
aquellos gozos,
a sus luces y a sus
sombras,
a peinar los bucles
desmemoriados
y a alisarlos desde el
hoy.
Ya sé que no es la misma
mirada,
que no es fácil
deshacerse del equipaje de
lo aprendido,
pero revivir aquellas
tardes de domingo,
aquellos paseos queriendo
sujetar al sol
antes de que se despeñara
y nos dejara un manto
lúgubre,
junto a la necesidad de
volver…
Recuerdo que nos decíamos
bien poco,
y es que resulta difícil,
muy difícil,
mirarnos con la mirada perdida,
hablar y sonreír,
contemplarnos y hablar
perturbándolo todo con
añadidos innecesarios.
No hacía falta, todo
estaba escrito
en nuestras miradas.
Tu mano en mi mano,
tus ojos en los míos
y nuestras sonrisas en
medio
de la escasa distancia como
espejo diáfano.
Esta edad de hoy
no es otra que la de la
ternura
y se place y complace
en volver la vista atrás
como quien mira
una vieja fotografía en
blanco y negro.
Los años pasan y recordamos buenos tiempos vividos, no tienen porqué ser una vieja foto en blanco y negro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tenemos que hacer maravillosa esta edad penúltima y la ternura lo es.Saludos
ResponderEliminarSabes de lo que escribes.
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