Vengo de un tiempo
donde el silencio ganó la partida
a la expresión,
y así, los padres enseñaron a sus hijos
a morderse la lengua,
a silenciar por pánico
y a hablar de lo insustancial.
De allí, por un atajo,
con la misma o más escasa formación
nos hemos plantado
en la crítica feroz y feraz.
Y ya puestos,
en la mentira, el bulo y la difamación.
El pasado era un edificio de puerta única
y ahora es la casa de Tócame Roque,
con tantos edificios
como puertas de entrada y salida
sin control ni peaje.
Se ha dicho y eso basta.
Ni la credibilidad ni el rigor
es moneda en curso,
lo críptico sobrenada y no solo flota,
sino que bombardea y hunde a capricho.
Vengo de un tiempo del rigor y el miedo
que ahora ha tomado la deriva
del acoso y derribo:
hemos pasado del silencioso pánico
a la difamación más impune:
progresión geométrica.