Ahora se cumplen 9 años del comienzo de la circulación el euro. Era el primero de enero de 2002 y fue recibido con alegría inusitada y fuegos artificiales, aunque ahora muchos le aplicarían otro tipo de fuego, tal vez no tan celebrativo. Los británicos creen, y con ellos no pocos, que acertaron al no querer vincularse con la moneda europea, y hasta el 49% de los alemanes, principales promotores, reniegan del euro y quisieran volver al marco.
En la situación económica presente, de no estar dentro de la zona euro, España habría devaluado la moneda, como lo hizo en varias ocasiones a lo largo de la historia de la peseta, pero esa medida de reactivación económica está ahora fuera de su alcance. Al no tener moneda propia para devaluar y ganar competitividad, trata de alcanzarla a través del aumento de la innovación, la mejora de la productividad, las rebajas salariales y de precios respecto a sus socios de la zona euro. Complicado, ¿no es cierto?
Lo que hace 9 años comenzamos con gran alborozo, pronto se convirtió en un encarecimiento inmediato: los productos que entonces costaban 100 ptas. pasaron a costar 166 rubias con la llegada del primer día del año 2002. En adelante, las subidas no repercutían a nuestros bolsillos en un durito más, sino en diez céntimos de euro, lo que significa haber multiplicado por tres las moderadas subidas habituales. Estamos en un callejón sin salidas: permanecer en el euro significa seguir siendo vagón de cola de la Europa soñada; salirnos del euro sería tan descabellado como poner una antorcha en manos de un pirómano. ¡Ajo y agua!