¿Te has preguntado alguna vez, lector, si el valor de una vida es igual e inmutable para todas las personas? El pasado domingo fue trágico para las estadísticas de tráfico de la ciudad de Sevilla. Una joven de 20 años que salía de una conocida discoteca fue atropellada por un automóvil, cuyo conductor se dio a la fuga; perseguido y detenido, presentaba un índice de alcohol que multiplicaba por tres el límite permitido. También he podido saber del atropello y muerte instantánea, la misma madrugada, de una mujer rusa que vivía entre nosotros cuidando de uno de nuestros mayores, de la que los medios de comunicación no han dado cuenta.
Mientras el primer caso sigue presente en los informativos de cada día, el ayuntamiento de Olivares –su pueblo- declara tres días de luto y valora presentarse como acusación particular en el caso, sus paisanos, indignados, muestran deseos de linchamiento y agitan las redes sociales en busca de testigos, al tiempo que la pobre rusa -también una vida- aguarda en un congelador a que las pesquisas policiales o la gestión con su embajada den con algún familiar que se interese por su enterramiento.
También los pueblos marineros saben mucho de tragedias en sus carnes y del dolor infinito de perder a uno de los suyos en un mal golpe de mar; pero también el Estrecho, y desde Tarifa a Adra, saben de las muchas vidas tercermundistas que yacen en los fondos marinos, tal vez alojados para siempre en las sumergidas mansiones de la Atlántida.
La vida es un regalo, un don irrepetible y único, que teóricamente debiera tener el mismo valor para todas las criaturas, pero ¿tienen para nuestra sociedad el mismo valor todas las vidas?
Está claro que no Francisco. Una vida siempre será una vida, aunque nos sea desconocida, aunque esté lejos y aunque venga de latitudes lejanas.
ResponderEliminarAunque también entiendo que nos haga sufrir más la vida de aquéllos que tenemos cerca.
Un abrazo.
Se dice que somos todos iguales,¿ pero de veras todos los habitantes, ciudadanos, vecinos piensan/pensamos así?
ResponderEliminarMi madre estuvo a punto de fallecer de ese modo, mientras cruzaba un paso de peatones. Estuvo en la UCI y despues paso meses en dos hospitales diferentes, mas una larga recuperacion en casa. No contabamos con ella. Pero de todos modos, por aparatoso y grave que fue todo, y la enorme cantidad de testigos que hubo, tampoco salió el accidente en los medios de comunicación.
ResponderEliminarEn cambio mi hermano tuvo una vez un accidente al chocar contra algo con su coche. El auto quedó destrozado, aunque a él milagrosamente no le ocurrió nada (ni a él ni a nadie, porque iba solo y no hubo otras personas implicadas). A pesar de lo cual su accidente salió en el telediario! No hay quien lo entienda. Toda mi familia alarmada llamando por telefono al verlo, y mi hermano estaba ya en su casa tranquilamente.
No se qué criterio siguen, aunque el del ejemplo que usted nos muestra parece estar bastante claro. Sí, lamentablemente muchas veces así es: Parece que hay personas de segunda.
Feliz dia, monsieur
Bisous
Esta claro que no, ni se trata igual a todos los enfermos. La joven tenía sus raices, amigos y familiares en Sevilla. Si hubiera muerto allí tampoco tal vez nos habríamos enterado. En los muertos hay categorías también. Si el jaleo no lo arman los muertos sino los vivos.
ResponderEliminarUn beso y cuidate.
Por mas que prediquen la igualdad está visto que no la hay, pero en ningún sitio.
ResponderEliminarFijate creo que ni los padres , por mucho que lo intentemos , tratamos igual a los hijos y además creo que es lógico, pues al ser ellos diferentes te hacen reaccionar de forma diferente aunque no quieras.
Un abrazo.
Todos tenemos los mismos derechos pero no somos iguales. Ni todos significamos lo mismo para los demás ni provocamos la misma repercusión con nuestros actos. Ni la muerte nos iguala. Unos siguen viviendo en el recuerdo de sus seres queridos y otros quedan en el olvido hasta para sus familiares.
ResponderEliminarUn abrazo