Me apetece hablar del espacio en el que son más apacibles las horas; no importa cuales, no importa cuántas, no importa si es de día o de noche. Se accede a él desde el fondo del pasillo y, aunque forma parte de la casa, el patio es como vivir en medio de la naturaleza: su parterre, su higuera, su parra, su limonero... su amplitud infinita hacia el cielo y su cercamiento que me protege de miradas inoportunas.
Siempre me apeteció tener una casa con chimenea y patio; la primera para gozarla en los húmedos días de lluvia, y el segundo para vivir en el exterior todo el tiempo posible. Lo cierto es que ese sueño estaba larvado, pero ahora se ha hecho realidad. Nos mudamos la pasada primavera, entrado ya mayo, y tuvimos que replantar casi todo; se conoce que al anterior propietario le atraían poco las flores: ahora el parterre, con sus rocallas y su floración tan diversa parece el boceto de un paisajista. Cuando llegamos había perdido la flor el limonero y eran incipientes unas bolitas verdes que el tiempo se ocuparía de ir cebando; la higuera tenía frutos abultados que pudimos disfrutar en pleno verano. Cada mañana, antes de que apuntara el sol, ya estaba yo en el patio con mi escardillo en la mano arrancando malas hierbas y recolectando una docena de higos o más que ya se empezaban a rayar; de repente, se precipitó la cosecha y las avispas y los pájaros nos ayudaron a ingerir lo que nos era imposible recolectar; el riego lo hacía siempre al atardecer, cuando el fuego tórrido se había perdido por entre los meandros de la noche.
El limonero es berna y, aunque no es muy grande, tiene limones durante todo el año. La parra en cambio es más una magnífica sombra que un proveedor de fruta, ya que suele encenizarse. Le pusimos azufre, tal como nos aconsejaron, pero no llegó a cuajar el fruto. Eso sí, pocas cosas son comparables a la postura cómoda en la hamaca, un buen libro y el aire haciendo acordes con las hojas de los árboles y los pámpanos verdes. Por la noche salen de sus escondrijos las salamanquesas y comienza el festín de caza más parsimonioso que se pueda uno imaginar: leves y lentos movimientos de aproximación, postura hierática estratégica y, como si proyectara un rayo de entre sus fauces, ¡Zas! La lengua proyectil se lanza sobre la víctima y como un resorte vuelve a su cubículo en un visto y no visto. Otro día hablaré de la visión nocturna de las estrellas en el sopor estival del patio, de la infinitud del firmamento y las escapadas siderales hacia mundos remotos. Pero eso será otro día.
enhorabuena por tu patio y deseo de todo corazón que disfrutes de él y sigas compartiendo con nosotros tanta belleza . un besin de esta asturiana que desea que pronto nos hables de la vision nocturna de las estrellas.
ResponderEliminarUn espacio mágico ese del que disfrutas.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Un beso
Siempre me han atraído los patios andaluces. Cuando vimos los de Córdoba en exposición nos quedamos maravillados (¡Ay, el barrio de San Basilio!). Este año en nuestro viaje a Zahara de los Atunes pudimos contemplar los de Vejer de la Frontera. Un Encanto.
ResponderEliminarEnhorabuena por ese espacio que puedes disfrutar.
Me alegro de que por fin se haya hecho realidad tu sueño.
ResponderEliminarQue lo disfrutes con salud.
Un beso Francisco.
Te comprendo desde que tengo mis plantas en una hermosa terraza con sombra y flores. Toda la vida soñé, también con cuidar un jardín y ahora sé que es una de la mejores ocupaciones. Beso
ResponderEliminarQué maravilla. Qué delicia de patio, sobre todo visto a traves de sus ojos. Ahora que atenaza el frio, me ha hecho usted añorar los días de verano en que se busca el frescor de un patio o un jardín.
ResponderEliminarFeliz dia, monsieur
Bisous
Que cuerte tenéis por allí en Andalucía, Francisco, pues casi durante todo el año podéis disfrutar del frescor del patio, enchido de flores y azulejos. La maestría que lucís en este sentido es la propia de los artistas. Una hamaca, un libro, el olor a naranjos florecido y azahar: todo un sueño en la primavera sevillana. (Ya ves que admiro mucho tu tierra)
ResponderEliminarBesos
¡Que suerte tienes! Yo he seguido el proceso inverso y de tener casa con patio pasé a vivir en un piso, ganando comodidad y menos trabajo, pero perdiendo belleza y disfrute de las plantas.
ResponderEliminarPara todos aquellos que añoráis disfrutar estas vivencias del patio, para quienes nunca lo tuvieron y para quienes lo han perdido,os debo confesar que yo tampoco lo tengo ni lo tuve nunca, según el registro de la propiedad; pero os invito a vivir en el lugar que deseéis y a imaginaros en noches de luna contemplando el firmamento, como yo he hecho desde el confín confortable de mis cuatro paredes: la imaginación no sabes de lindes.
ResponderEliminar