02 diciembre 2010

LA ESCUELA

Hoy la escuela suele tener nombre propio hasta en los pueblos pequeños, pero no siempre fue así. Mi escuela era “la escuela”, la única; tenía un solo aula y en ella nos apretujábamos los niños desde los 5 hasta los…  No había límites, al menos no llegué a conocerlos, ya que antes de que los chicos comenzaran a mocear eran retirados por sus padres para las faenas agrícolas o para un empleo de aprendiz con poco o ningún sueldo; también estaba la escuela de las niñas y por las tardes bordaban, hacían vainicas y otras labores; a la hora del recreo nos juntábamos todos en la plaza, todo un alboroto.


Cada año, por Reyes, me abastecían éstos de lápices de colores Alpino y de todo el material necesario para el curso; juguetes pocos, pero siempre me parecían maravillosos, sobre todo si era una pelota. Aún recuerdo los arabescos tratando de imitar la letra de los cuadernos Rubio y el olor arcaico y grandes saberes de la Enciclopedia Álvarez: un solo libros, un solo cuaderno, un lápiz y una goma bastaban para el vasto aprendizaje por el que circulaban los aconteceres mismos de la vida con los ejemplos de campesinos y tenderos que vendían a tanto el kilo.

Los pupitres de madera eran dobles y los asientos estaban incorporados al mismo. El escritorio, en un plano inclinado y practicable, cuando se abría dejaba al descubierto una especia de cajón donde guardar las pertenencias; arriba en el centro, un hueco donde alojar el tintero del que mojábamos ambos compañeros. Escribir con tinta significaba un paso muy importante: ya había dejado de ser imprescindible la goma de borrar y se hacían necesarios el plumier y el papel secante. ¿Alguien recuerda el papel Pelikan, con sus enanitos en el anverso y su reverso rosado?


Eran tiempos de mantequilla, queso y leche en polvo por gentileza de los Estados Unidos. Don José, el maestro, era una de las autoridades del pueblo, junto al alcalde, el médico, el cura y el comandante de puesto de la Guardia Civil. Hombre corpulento y fortachón que no se arredraba a la hora de aplicar los rigores de la disciplina; de él aprendí los viejos cánticos patrios y le admiraba cuando el sábado usaba tizas de color para ilustrar en la pizarra el pasaje bíblico que se repetiría en la misa del domingo; a él de debo la influencia persistente a mis padres para que me examinara de ingreso en el instituto, y le guardo por ello y por el primer aprendizaje gratitud eterna.

8 comentarios:

  1. Vaya paseo por la historia cercana. Una recopilación de vivencias llegaría a bestseller, por más que abunden los recuerdos, lo interesante sería un comparativo. cuando yo hacía tal, tú estabas tratando de...
    Genial. me ha parecido genial.

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  2. Recuerdo todo eso y tambien que a las niñas zurdas les ataban la mano izquierda y las obligaban a escribire con la derecha, supongo que a los niños igual. Un día, una niña lloraba desconsoladamente porque le habian atado la mano muy fuerte, la mano se le estaba poniendo casi negra, me levanté y la desaté, llevé la cuerda a la monja y le dije que la mano izquierda tambien se la había dado Dios.
    Hay tantas cosas que recuerdo de esa epoca, bueno a partir de los 6 años, los anteriores, ya sabes que se los llevó el mar.

    Un fuerte y calido abrazo

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  3. Los viejos tiempos de la infancia siempre tienen un sabor dulce aunque fueran tiempos recios y la leche en polvo llegara por gentileza de Estados Unidos.
    Pero en realidad esas escuelas antiguas tendrían mucho que enseñar a las nuevas. A veces pienso que se sacaba más partido a esa unica enciclopedia que hoy a toda la colección de libros con los que los niños han de cargar cada día.

    Feliz dia, monsieur

    Bisous

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  4. Que bonito recorrido por la escuela. Yo nunca escribí con tintero, pero recuerdo esos pupitres y creo que tambien la leche en polvo. Los Sábados había labores por la mañana, opcional, y los niños y niñas estábamos separados en distintas aulas.

    En fin, muchos años ya.

    Un beso

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  5. Me ha gustado recorrer tus recuerdoa que no son los mios. Pero si que he oído contar esta historia por mi marido. Tendré que bucer en los mios. Menudo cacao.
    Tengo algún recuerdo lejano de 3 y años en parvulitos. Me has traido el olor de los libros recíne estrenados de principios de curso...
    Un beso.

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  6. Cuántos aromas me has hecho recordar...

    Sólo dos palabras...

    Me encantó!

    Besos!

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  7. ¡Qué tiempos aquellos! Recuerdo perfectamente la leche en polvo que estábamos obligados a tomar, las grandes latas amarillas de la mantequilla salada y el queso color butano... El Catón, después Fundamentos y algunos otros. Aquello de "En el país de los ceros e uno y el dos entraron..." o "Por entre unas matas seguidos de perros no diré corría, volaba un conejo...", pero el que se me quedó grabado fue este:
    "Ayer convidé a Torcuato
    comió sopas y puchero
    media pierna de carnero,
    dos gazapillos y un pato.
    Dile vino y respondió
    tomadlo, ¡por vuestra vida!
    que hasta mitad de comida
    no acostumbro a beber yo".
    Hay cosas que se quedan en nuestra memoria para siempre.
    Me ha encantado recordar viejos tiempos. Cosas de mayores a los que, mayormente, nos agrada contar batallitas.

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  8. Hola Francisco ya estoy de vuelta.
    Yo también tengo recuerdos de aquella época quizás un poco mas reciente que la tuya. Recuerdo la cartilla con la que aprendí a leer : la m con la a ma...
    Los cuadernos de Rubio llenos de cuentas.
    Si, en aquella época creo que aprendiamos mas por que teníamos la ilusión de aprender.

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