No me refiero a aquella vieja restricción impuesta por el Estado en los primeros años de postguerra en fondas y casas de comida -todavía no se usaba el neologismo francés de restaurante-, sino a la visión que guardo de aquellos vecinos a quienes envidiaba porque comían todos en el mismo plato, en un plato único, al que se acercaban, cada quien con su cuchara, y se aferraban hasta verle el dibujo del fondo vidriado a la loza, cada uno a su ritmo.
Yo era un niño inapetente. En casa no eran ni muy abundantes ni escasos los medios, pero cada uno disponíamos de un plato, un cubierto y una servilleta a la hora de comer. Mi problema era rendir cuentas a mi madre, quien me forzaba a comer hasta la última cucharada con su cantinela: ¡Es un pecado dejarse comida con el hambre que hay en el mundo! Lloriqueaba, pero no me atrevía a responderle, pues las consecuencias podrían haber sido más graves.
Aquellos vecinos míos -a quienes envidiaba-, chicos y grandes, se afanaban tras la primera cucharada del padre y unos iban dejando antes y otros después. Era una familia campesina y muy numerosa, con demasiadas faenas y medios escasos como para preocuparse de cada uno de sus elementos. El hambre les aguzaba la habilidad en el cuchareo y yo suspiraba por no poder hacer lo mismo, comer a mi aire y sólo aquello que quisiera; pasó el tiempo y todos cambiamos las costumbres: ellos comenzaron a comer en platos individuales y yo a hacerlo con apetito voraz y con gusto, pero no he olvidado aquella estampa alrededor del plato único, cucharada y paso atrás.
Hay que ver lo que son las "cabezonadas" de los chiquillos, a mí me dio por decir que no me gustaba el jamón, ya ves qué tontería porque ahora me como el que me pongan, jajaja.
ResponderEliminarGracias a Dios que han cambiado las cosas y ahora todos tenemos un plato y un cubierto individual.
Un abrazo Francisco.
Pues yo odiaba las patatas guisadas y ahora que me gustan tanto, me las prohíben por el colesterol...Drama antes y consuelo ahora. Es bueno recordar, si señor.
ResponderEliminar¿Porqué sera que el cesped del vecino siempre está más verde, o nos apetece más el plato que se ha pedido el de la mesa de al lado?.
ResponderEliminarYo me crié entre cocinas y deliciosos platos, sin embargo, recuerdo como me perseguia mi abuela para que comiera lo que me habian servido, la mayoría de las veces sin exito.
Un fuerte y calido abrazo
Al leer esta entrada he recordado las conversaciones que tenía con mi abuelo.
ResponderEliminarSiempre me contaba que, en los cortijos, a la hora de comer, tras el duro trabajo del campo, los campesinos se reunían en torno a la sartén de migas o la olla de cocido, siguiendo el parsimonioso y disciplinado ceremonial de la "cucharada y el paso atrás".
Un abrazo.
Recuerdo que en casa, mi padre quería comer la paella así "cucharada y paso atrás" pues decía que al echar el arroz en el plato perdía parte de su sabor y yo no lo acepté.Empezaron por poniéndome mi ración en mi plato y terminaron haciendo como en el resto de las demás comidas comiendo cada uno en su plato.
ResponderEliminar...pues como ves que cuando niña ni a platos llegábamos :(
ResponderEliminarMi madre hechaba las torillas al comal, y ya listas las abría y cocía un huevo en su interior, así que nuestro plato nos lo acabábamos comiendo...
y eso era de tooodos los días; ahora ya tengo muchos platos :)
Un abrazo!