Todos expectantes. El
director
hace una mueca y se expande
el silencio;
breves instantes después,
el piano hace un arabesco
endiablado
y comienza el diálogo con la
orquesta.
La agitación es manifiesta
y los silencios
como pausas respiratorias
por las que se evacúan los
suspiros
del alma.
Toca la concertista María Márquez
Torres
en esa postura erguida sobre
las caderas
que subraya su figura.
En una pausa se atusa la
melena
con el aire de los violines
y de inmediato
descifra una escala de agudos
que remata en un aserto
grave.
El director esboza una
sonrisa
cuando se desencadenan los
timbales
y toma el metal el relevo.
María aguarda,
no necesita mirar la
partitura,
pero pasa las hojas
con la seguridad de leer en
su mente
cada nota y cada silencio.
Todos expectantes y los
corazones agitados,
mientras resucita en la sala
Bach
con la interpretación de su
obra.