En mi cabeza siguen
pululando
los bostezos y las
pesadillas,
cuando el sol se despereza
ahuyentando las sombras.
La ciudad duerme todavía
y un barrendero, escasamente
meticuloso,
recoge con su escoba los
excesos
de quienes aún voceaban de
madrugada:
el suelo es un puzle de
plásticos
que se arremolinan inquietos
por la brisa,
latas de bebidas que no
hicieron diana
en las papeleras, papeles,
colillas,
y hasta alguna mascarilla
cuyo aliento se ha
desvirtuado en el pavimento
como un beso que no llegó a
su destino
sin dejar huella ni
estremecimiento.
De vez en cuando, un coche a
toda prisa;
en la parada de autobús,
tres personas
se eternizan de espera,
mientras me dispongo
a emprender la caminata con
la que recibir al día.
Para aquellos que nos gusta
ver amanecer,
no es fácil entender que el
parque
amanezca como un campo de
batallas
en este tiempo de encierro
moderado
y contención.
Me enfada bastante ver sucias las calles a causa de personas sin consideración alguna que tiran todo al suelo teniendo papeleras al lado.Saludos
ResponderEliminarNo entiendo a qué leyes incívicas obedecen, pero es una realidad, Charo.
EliminarUn abrazo.
Hola Francisco. La verdad que no debe de ser nada agradable ese sucio espectáculo.
ResponderEliminarMuy buena denuncia con estos versos.
Abrazos
En general, la gente hace muy mal uso de los espacios públicos así como del mobiliario. Gracias, Isa.
EliminarUn abrazo.
Tiempo imprudente, que nos muestra la escasa escala de valores de unos y otros...Mucha paciencia y empatía necesitamos para comprender y perdonar, Francisco.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz domingo, amigo.
Comprender se me hace más difícil que perdonar porque no saben lo que hacen. En cómo se cuida o maltrata lo público se mide la educación de un pueblo, María Jesús.
EliminarUn abrazo.
Por eso será las esculturas que pululan por todas las ciudades en homenaje a ellos. Se las merecen.
ResponderEliminarDebe ser tal como dices, Tracy. Algunos justifican el trabajo del servicio de limpieza porque ellos manchan.
EliminarUn abrazo.
De encierro moderado pero que no se le ve un final.
ResponderEliminarVaya trabajo se avientan ellos, es cierto. Es de reconocerles. Bien dices: limpiar los excesos de otros, que no se detienen a pensar quién va a encargarse de ello.
Muchísimas gracias, Alexander, por tu lectura y comentario.
EliminarUn abrazo.
Hay tantos desconsiderados por el mundo que teniendo el contenedor de basura a un lado lo tiran al suelo. Lindo poema amigo. Saludos.
ResponderEliminarLinda eres tú, Sandra, en tus escritos y en tus comentarios.
EliminarUn abrazo.
"...
ResponderEliminary hasta alguna mascarilla
cuyo aliento se ha desvirtuado en el pavimento
como un beso que no llegó a su destino
sin dejar huella ni estremecimiento."
Magnífica descripción en todo tu escrito del horroroso campo de juegos de una panda de chavales víctimas de nuestros decadentes tiempos.
Yo tampoco sé cómo conjugar la tibia y límpida salida del sol con el lúgubre paisaje que nos rodea...
Muy bueno!
Eres muy generosa conmigo, Maite, y te lo agradezco grandemente.
EliminarUn abrazo.