Como cierre del programa Órganos Históricos de Sevilla 2011, tuvo lugar el sábado noche en la Iglesia Parroquial de San Lorenzo el recital de clausura. Un patrimonio sonoro con un maridaje inusitado entre la poesía, el órgano y el flamenco. Todo ello auspiciado por el Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla, dependiente del Ayuntamiento Hispalense.
La representación es un mestizaje donde de palabra poética y la música indagan y navegan el tiempo, ese tiempo muerto que invita a la reflexión y a dialogar con la brevedad de la vida, una pausa en la agitación de este tempo convulso e incógnito donde la economía se ha adueñado de las tertulias, las reflexiones y los miedos. El templo en penumbras se ha ido llenando poco a poco con la larga fila que hacía cola a lo largo de toda la plaza. A la hora prevista, el sacristán enciende las velas del altar mayor y prende el incensario que pronto inunda y perfuma el presbiterio; con la fumata surgen las primeras notas del órgano y todo parece estremecerse. Desde el coro surge la voz poderosa de Jesús Vigorra que se adentra por el pasillo central e invita a vivir un pequeño rincón de la realidad. Nos hemos acostumbrado a acudir a un espectáculo para divertirnos, pero nos olvidamos de pensar; el poeta –nos dice- quiere conmover nuestros corazones y evocar las dulces voces desaparecidas. En este claro del tiempo, nos invita a no a ver qué pasa en la escena, sino a ver qué es lo que nos pasa.
Consta de cuatro cuadros como cuatro misterios ensartados de música y poesía como las cuentas de un rosario: El brillo oculto de estos días, Nunca lo conseguiremos, Noche oscura del ama y de nuevo el mismo título para el cuarto cuadro, aunque sajado por el filo de un quejío flamenco que grita con desgarro: “somos el tiempo que nos queda”. En un claro del tiempo la acción poético-musical nos hace indagar en la memoria, en los recuerdos y en las lecturas, para revivir el tiempo muerto y hacerlo presente, tiempo vivo que endulza el momento en la dormición del tiempo. En las voces de Vigorra y Carmen Camacho los textos de Safo de Mitilene, Gómez Valero, Gabriel Celaya, Antonio Gamoneda, Fray Luis de León, José Ángel Valente, Aníbal Núñez, Miguel Hernández, Carlos Edmundo de Ory, Carmen Camacho, María Wine, Federico García Lorca, Claudio Rodríguez, San Juan de la Cruz, Caballero Bonal, Gil de Biedma, Francisco de Quevedo, Gustavo Adolfo Bécquer, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Mestre, Octavio Paz.
Se callan las voces, se silencia la música y el órgano aún respira por sus tubos notas deshilachadas que envuelven en misterio. A falta de escenografía, la luz se hace aún más tenue, oscura como el tiempo pretérito. Se apaga la voz del poeta, se oye el eco de sus pasos distanciándose a modo de telón, al tiempo que afirma que la belleza necesita silencio. Se ha detenido el tiempo; más de una hora de espectáculo que se ha ido como se eleva el tufo de una vela mortecina y fugazmente. Un largo silencio, oscuro y profundo sigue al mutis y de repente un aplauso explosivo y sonoro invita a saludar desde el presbiterio a los cuatro intérpretes:
· A la palabra: Jesús Vigorra y Carmen Camacho.
· Al órgano: Miguel Ángel García
· Voz flamenca: Juan Murube