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30 abril 2019

UN VIAJE DE IDA Y VUELTA




Centón, dedicado a Cayetano Gea Bermejo

Para viajar sin salir de casa
amparados por las sombras
con el amigo abandonado, el perdedor;
nuca hubo un gesto no de ella ni de él,
pero eso era tan solo lo aparente;
supo esperar el momento adecuado,
lo que quedaba de ella
dejaba oír el gemido del viento;
me apenaba verla sufrir,
me arrepiento todos los días,
no sé si hice bien, pero no se lo merece
cuando miro hacia atrás en el tiempo…
Ya no volverá a ser lo mismo,
es una prueba  ─comentó con extrañeza─
que ahora no viene al caso:
Ruedas grandes, seguid girando,
un viejo rockero, un loco disfrazado de heavy,
sus maneras delicadas intentan solapar los planes.
Próximo destino: la isla de Rakutea.
Quince hombres en el cofre del muerto.
Yo, jojó, y la botella de ron.
El aguardiente y el diablo hicieron el resto.
¡Ron, ron, ron, la botella de ron!
Todo ha sido un camelo.
En tu caso, tú y la otra persona sois la misma,
la ilusión era escasa,
pero una vez que entra en calor no hay quien pueda con él.
Yo no he venido aquí por gusto,
soltó serio, lacónico, sin inmutarse:
hay que esperar a morirse uno
para comprobar si has llegado al infierno.
La distancia es una herida en el alma,
la cicatriz comienza a cerrarse cuando existe el reencuentro;
para conocer el mundo en el que vivimos
es necesario conocerse a sí mismo.

22 octubre 2018

LOS ZAPATOS DEL INDIGENTE




Hay poemas que no terminan nunca.
Por la curvatura de su cansancio
pasa de largo ante mí.
El silencio guarda todas las palabras
sobre la cuerda
de su circunferencia
con el cabello al viento;
mientras la vida estalla en las marismas
y tus manos
aprenden a reconstruir las orillas de mi piel.
Las manos posan sobre manto de trigo
que nunca llegó a verdecer
y un hueco de tu profunda espiral
abrazándote al vacío de su pecho
se ha escondido en el lado oscuro del pijama;
con su luz en tinieblas
se escapó el lado tierno de los días
y comienzo a caminar.
Es implacable como la verdad,
ya que nada duele más que la tristeza
─siempre viajera en tus zapatos─
que se alimenta de la sangre
que no se bebe la tierra,
cuando el sol incendia la orilla de los suspiros
reflejada en el lago de hielo de la cocina,
para limpiar su mezquindad.
Ha caído una lágrima de sangre,
el aire resopla entre las arrugas
y retuerces los labios
donde las pelusas esconden mi desidia,
porque la amistad lucía en las miradas
aferrada a los ejes del círculo,
para cubrir con humo la sonrisa.
Hay que llorar con el afligido,
calzarse los zapatos del indigente
con mantos estrellados;
siento el frío pegado al dobladillo de mis huesos
y me lanza su aliento con gotas de su pétrea saliva.
Bajo el puente,
el desfiladero de la angustia
se nutre de las almas que llegan a ella;
no seremos libres nunca,
mientras la oscuridad nos devora
y nosotros seguimos con los ojos cerrados.

03 mayo 2018

EL PIÉLAGO DE LOS VERSOS





Centón, con palabras de María Sánchez Román


Mis poemas nacen
para unir la distancia entre el mundo y mi yo;
se produjo una magia:
navegando por el piélago de la vida,
meciendo en una cuna los desvelos de las tardes;
desde el alba, aguardo tu mirada
donde adormecen las horas
y se pierde con los puños cerrados.
Sus manos, indiscretas,
se llevan la soledad y el olvido
en el musgo del camino
sin llegar a enredarte,
y despiertan mis deseos
para probar un poco del elixir de su boca
y por nuestras bocas clamando lo vivido.
Allí queda el jardín de mis besos,
ese susurro interior
que voy recogiendo en cada encuentro;
un amanecer rocoso rompe el hielo
antes de volver a las turbulentas aguas de mi ser:
llora, ríe, bosteza y me roba una lágrima,
el aroma de su piel tallada en mis recuerdos,
en la intimidad del placer…
Mujer,
a ti mujer;
todo cobrará un nuevo sentido.
Quise ser
y me deja en la miseria
de tantas promesas olvidadas.
Todo se pierde en un instante
como las hojas del calendario,
allí quedó todo;
como leño, rezumo humo agonizante
como un ángel negro
que me llenó de vida
escupiendo la sal que deja el oleaje.
Sonámbulos, todos los labios
en el pergamino de tu cuerpo,
vacíos de ternura
entre la realidad y la despedida
de un tiempo que no me pertenece
y los huesos sacan sus puntas alargadas
para vestir de rojo mi esperanza;
cansada de desenterrar corazones de la arena
a los dientes de la tierra que lo soporta todo.
He borrado las huellas
y los sonidos comienzan a vivir y a vibrar
la identidad del presente
en el nácar que dibujan las huellas
y se posará la sonrisa,
en el océano donde navegas
y amamantas, en soledad, tu agonía,
en el reverso de un sueño
que nos transportan y nos llaman,
cautiva de  la libertad que generan dos cuerpos
como un piélago de olas apasionadas,
camino por renglones torcidos
con mis manos manchadas de tinta;
hay un lugar donde los corazones sonríen
y nos cobijamos del mundo,
en los umbrales temblorosos de mi yo,
y tú, sin saberlo,
en la miseria de mis manos
para cruzar la alambrada de la igualdad
donde reposa mi cuerpo;
porque es tu luz la que me guía,
tu huella suave y serena
─en el silencio de mi grito─
Soy mujer sin rostro,
cordura que mi alma inquieta busca en otras vidas
sin dueño y sin destino.

18 febrero 2018

EQUIPAJE SIN NOMBRE



A Carmen Martagón Enrique, “Martagona”.

Con los deshilachados de este maravilloso libro de cuentos, un centón, un híbrido en forma de poema, para agradecer a mi gentil amiga el regalo de su prosa a domicilio.


Instantes de cordura, locura, dolor, miedo
e incluso recuerdos pasados;
enferma de imaginación,
supe que te amaría el resto de mi vida
por encima de nuestras diferencias
o rancios cánones sexuales para enseñarte a amar.

Las cartas y las llamadas se fueron espaciando,
te habías convertido en alguien reconocido
y entre una larga lista habías nombrado París;
parecía haber perdido la cabeza e insistía en buscarla…

En los libros nadie envejece…  
Casi cuarenta años atrás
tomó aquél tren hacia un destino equivocado
─esperó con el amor intacto─
para escapar de su triste realidad.
Los primeros insultos hacia él llegaron aquel día
que le pilló los ojos maquillados
y le devolvió los retazos infantiles que se habían descosido.

Ensayaba sonrisas cada día. Tuvo miedo, mucho miedo;
cada primavera, me gusta saber que regresa
cuando el sol asoma entre la arboleda del parque;
en el banco, un sobre sin nombre,
alguien habló de rapto, no he olvidado tu olor
ni la suavidad del dorso de tus manos;
había decidido pasar unos días
ofreciendo lo mejor de sí mismo mientras escribo:
la risa y la alegría no necesitan apelativos.

Aquella fue la última vez que recordó quién era,
ataviada con su vestido blanco,
adoraba sentarse en las tardes de invierno junto a la chimenea;
cada relato cobraba vida en su voz.

En la playa, seres inocentes buscando la tierra prometida,
a esa hora, una manta azul se secaba al sol
y se ha convertido en rutina,
me ha pedido que viniera en su lugar.

Fue un vendaval en la existencia,
una tormenta tan oscura como su hermosa melena,
entraba y salía de mi vida como un fantasma y,
de repente, la oscuridad absoluta;
así de efímera puede ser la vida de una sencilla gota.

Se enamoró tantas veces de la persona equivocada…
Una auténtica tortura despacio hacia la muerte,
llevando consigo la fragancia de su leve paso por este mundo;
tratando de incorporarse, ofreciendo su cuerpo
la lujuria les convierte en animales;
era como tener clavado un hierro ardiendo en sus entrañas.

Los niños, testigos inocentes de la locura humana,
siempre parecen asustados;
mamá no dice nada, solo llora,
esa misma madrugada, papá había sido fusilado,
cumpliendo una sentencia eternamente suya.

Esos episodios, salvaron la vida a familias enteras,
para entonces ya le había entregado su cuerpo y su vida;
para ellos seguía siendo la otra;
conocía perfectamente el exterior y no le gustaba,
pero no hubo manera:
podía sentir que le faltaba algo,
todos esos detalles pequeños que hacen la vida más grande.

El miedo había conseguido paralizarla,
parecía derrotada:
hay víctimas que sobreviven,
pero sus secuelas son, a veces, peores que la muerte.

17 enero 2017

VOCES DE MADRUGADA



Centón: Obra literaria, en verso o en prosa, compuesta 
en su mayor parte de sentencias y expresiones ajenas.


Embotellé aromas que prometí no borrar,
registré voces, arrullos y cantos
que me enseñaron a fabricar sueños;
algo así como chapotear
el vacío existencial.
Los días que siguieron fueron un gran desconcierto
entre la realidad y la fantasía,
que empieza a emerger con cada sorbo
buscando en medio de la penumbra
ese mundo íntimo que une y entusiasma.
Siempre que repaso mi infancia
todo vuelve a oscurecerse como antes:
el mismo ritual de todos los días
─no podía apartar la vista de aquel retrato─
La puerta se abrió y entró la persona
que hasta entonces solo conocía por referencias,
algo que acaricia la mejilla y no podemos definir;
equivocó la mirada;
en el fondo siente lástima.
Todavía tenía los sentimientos a flor de piel;
el dolor había desaparecido,
pero la vida también me negó esa satisfacción:
doble ración de realidad,
el corazón me dio un vuelco
y de pronto me sumergí
en un torrente de recuerdos.
Era ya la madrugada;
al fin he podido comprender
que lo normal deja de serlo,
que el tiempo ha desvencijado
todos los recuerdos…
Suena el teléfono, lo miro con desgana
y dudo si atender la llamada
hasta el último latido
entonando plegarias de nácar;
nuestras miradas se cruzaron de nuevo
y justo en ese momento
me tocó tu soledad
abrazada al mapa triste y desgarrado
en ese horizonte lejano
lleno de sueños y esperanzas.
El tiempo dictó sentencia:
todo era mentira
pensando volver a la ficción.
Eran…    eran…   eran,
Voces de madrugada.