Centón, con palabras de María Sánchez
Román
Mis
poemas nacen
para
unir la distancia entre el mundo y mi yo;
se
produjo una magia:
navegando
por el piélago de la vida,
meciendo
en una cuna los desvelos de las tardes;
desde
el alba, aguardo tu mirada
donde
adormecen las horas
y
se pierde con los puños cerrados.
Sus
manos, indiscretas,
se
llevan la soledad y el olvido
en
el musgo del camino
sin
llegar a enredarte,
y
despiertan mis deseos
para
probar un poco del elixir de su boca
y
por nuestras bocas clamando lo vivido.
Allí
queda el jardín de mis besos,
ese
susurro interior
que
voy recogiendo en cada encuentro;
un
amanecer rocoso rompe el hielo
antes
de volver a las turbulentas aguas de mi ser:
llora,
ríe, bosteza y me roba una lágrima,
el
aroma de su piel tallada en mis recuerdos,
en
la intimidad del placer…
Mujer,
a
ti mujer;
todo
cobrará un nuevo sentido.
Quise
ser
y
me deja en la miseria
de
tantas promesas olvidadas.
Todo
se pierde en un instante
como
las hojas del calendario,
allí
quedó todo;
como
leño, rezumo humo agonizante
como
un ángel negro
que
me llenó de vida
escupiendo
la sal que deja el oleaje.
Sonámbulos,
todos los labios
en
el pergamino de tu cuerpo,
vacíos
de ternura
entre
la realidad y la despedida
de
un tiempo que no me pertenece
y
los huesos sacan sus puntas alargadas
para
vestir de rojo mi esperanza;
cansada
de desenterrar corazones de la arena
a
los dientes de la tierra que lo soporta todo.
He
borrado las huellas
y
los sonidos comienzan a vivir y a vibrar
la
identidad del presente
en
el nácar que dibujan las huellas
y
se posará la sonrisa,
en
el océano donde navegas
y
amamantas, en soledad, tu agonía,
en
el reverso de un sueño
que
nos transportan y nos llaman,
cautiva
de la libertad que generan dos cuerpos
como
un piélago de olas apasionadas,
camino
por renglones torcidos
con
mis manos manchadas de tinta;
hay
un lugar donde los corazones sonríen
y
nos cobijamos del mundo,
en
los umbrales temblorosos de mi yo,
y
tú, sin saberlo,
en
la miseria de mis manos
para
cruzar la alambrada de la igualdad
donde
reposa mi cuerpo;
porque
es tu luz la que me guía,
tu
huella suave y serena
─en
el silencio de mi grito─
Soy
mujer sin rostro,
cordura
que mi alma inquieta busca en otras vidas
sin
dueño y sin destino.
Gracias amigo, veo que te has dado un buen tute leyendo y de todos has sacado la esencia...Creo que no merezco tanto y viniendo de ti es un gran honor. Mil besoss
ResponderEliminarEs un poco más dificultoso que hacerlo con palabras propias, pero no dudo ni por un instante en que te mereces todo mi cariño.
EliminarBesos.
Las palabras son los ladrillos, los sillares con los que se construyen y deconstruyen los versos. El secreto está en la argamasa sabia que es capaz de saber combinarlas, aunque ya hayan sido dichas. Has jugado al noble oficio de arquitecto -mejor alarife-, y creo que el resultado ha sido bueno.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Me quedo con aljarife porque me acerca a mi padre y a mi abuelo cuando levantaban muros de piedra seca para mantener los bancales de la huerta. Has captado perfectamente el intríngulis, Cayetano, y te agradezco que lo hayas subrayado.
EliminarUn abrazo.
Que bueno es saber expresarse, con las hermosas palabras de la poesía. Ellas brotan de forma espontáneas, para que puedas plasmarla en un escrito.
ResponderEliminarEspero que hayas pasado una buena feria.
Besos
Siempre tan afectiva conmigo esta linda cordobesa. Un día volveré a Córdoba y te lo haré saber de antemano para encontrarnos.
EliminarBesos.
Con palabras propias o con las cedidas siemore eres un maestro .
ResponderEliminarEnhorabuena a Maria por su libro y un abrazo alos dos.
Muchísimas gracias, Chelo. La amistad de desborda, querida amiga.
EliminarUn abrazo.
Gracias Chelo, mil besos
Eliminar¡Qué hermosas palabras!
ResponderEliminarLo he leído dos veces y he disfrutado haciéndolo.
Besos
Las palabras son de María Sánchez y mía la selección. Muchas gracias en su nombre y en el mío propio, Julia.
EliminarBesos