Se me ha colmado
la alacena de los sueños
y se ha roto el pestillo
que los custodiaba.
¿Quién le pondrá un ronzal
para reconducirlos,
para que no se desvanezcan
y sean incentivadores
de mi hoy y mi mañana?
Se me ha colmado
la alacena de los sueños
y se ha roto el pestillo
que los custodiaba.
¿Quién le pondrá un ronzal
para reconducirlos,
para que no se desvanezcan
y sean incentivadores
de mi hoy y mi mañana?
Se le espera envuelto
en el celofán de la esperanza
y con un lazo rojo satén
acabado en airosa moña.
En las ensoñaciones,
se le ve llegar con ritmo alegre
y precedido de la banda municipal,
al son de alegres pasacalles.
Ya llega. Ya se le intuye
tomando el desvío
que le conduce a nuestras plantas.
Se le supone con lujosos entorchados,
aunque a veces,
llega vestido de andrajos
del ropero de la caridad
y con gesto lastimoso.
El porvenir,
es un futuro imperfecto
que casi nunca cuadra
Mañana tiene ritmo de compromiso,
tal vez de oblación,
de aplazamiento encadenado
a cada amanecer
que podría ser una cinta sin fin,
una veleta que gira sin instrucciones
ingrávidas, sin peso corporal,
renovación constante
con tendencia a eternizarse
en una realidad que nunca llega.
Mañana es promesa incumplida,
un acontecer sin concreción
que se retroalimenta en si misma.
¿Recuerdas? ¿Acaso lo recuerdas?
Me dijiste mañana y vivo encadenado
a tu voto perpetuo.
Mañana. El banquete soñado,
pronunciado por tu boca virginal.
Tú que eres el candor
y la belleza plena,
la inocencia en grado superlativo.
Tú que bebes como quién juega
y juegas con el jugo de los besos maternos.
Tú que sigues el curso
de las cucamonas sin malicia
y te reflejas a plenitud
en una mirada limpia.
Tú que eres la perfección
en tamaño reducido
y no conoces la perfidia.
Tú que todavía, un copo de nieve
ardiente e inmaculado,
eres la esencia que ya conjugas
presente y futuro.
Tú que eres la esperanza
de la generación futura,
aprende de mis errores
y mantente por siempre potable
en el cauce del arroyo que vives,
sin pensar a qué mares irán tus aguas.
A Sonia Castillo Haro
Para estar contigo
me sobran las distancias,
incluso la luz es
innecesaria
para intuirte
con una sonrisa o una
lágrima.
A veces anochece en pleno
día
o se ilumina la madrugada
recordándote. Basta.
Basta mi voluntad para
descubrirte,
para hacerme el
encontradizo
y ofrecerte mi hombro
para que descargues tu
mochila
y hacerla de espuma
liviana
y hasta de globos de
colores
y risas que se elevan
hasta ocultarse
por encima de las nubes.
Sabes que vives acunada en
mi memoria,
que me asocié contigo
por la espada de una misma
estocada,
pero ni tú ni yo vamos a
rendirnos nunca.
No lo olvides. Ayer es el
agua
que llevó la acequia,
mañana la que circulará,
si es que llueve.
¡Vivamos hoy!
Dame la mano, bailemos
este son que nos ha tocado
en suerte
y gocemos el presente
como pasaje para el
crucero
en el que nos
aventuraremos mañana.
Quisiera tener los brazos
del viento
y poder otear todos los
valles,
todas las cañadas y todas
las colinas;
descubrir su origen y
naturaleza
y ser juglar de sus
bondades y sus misterios.
Quisiera igualmente
conocer la ciencia
y sus muchos enigmas,
saber qué hay tras el
recodo
de cada uno de los caminos
y gozar del don de la
sabiduría,
para poder explicarlo a
los neófitos
y que todos ellos me
entiendan.
Ya sé que hacerse el tonto
es el colmo de la
sabiduría,
pero practicarlo siempre
es el mayor de los
despilfarros:
sin ciencia no hay futuro.
Quisiera, pero mis brazos,
mi ciencia,
mi sabiduría y mi futuro
se inclinan por la
alegría,
y la existencia es
solamente alegre
acompañada de la
ignorancia.
Por eso me vuelvo hacia
ti,
Ya que en ti he invertido
pasado y presente,
para no despilfarrar el
futuro.
Mañana. Una promesa,
un ión suelto
en busca de radical libre;
el polen que lleva el
viento
de forma inadvertida
y que seguramente
tomará tierra en lugar
inhóspito,
sin recepción ni abono
que lo haga germinar
confortablemente.
Mañana. Una incógnita,
un porvenir incierto
para cuando se descorran
las veladuras
de este presente efímero
del que un día saldremos
conducidos.
Mañana. Si acaso estás tú,
si por fortuna estás tú,
toma las riendas
y lleva a cabo mis últimas
voluntades,
que son las tuyas.
Mañana, ¿a quién temeré?
¿Quién me hará temblar?
Mañana. Tal vez hoy mismo.