Ébano, madera irreductible
de piel sedosa y vetas
acarameladas,
negra como noche sin luna,
atractiva, brillante, toda
de luz,
opacidad vencida y
desterrada.
Ola de nácar negro
cuando se aproxima y me
sobrepasa,
me aterro, me agito
y me siento desbordado
con agónico temblor
a ser ocultado de manera
inminente
en las profundidades marinas
o en una galería de magma
usurpada.
En sus ojos el brillo de
la inocencia,
la luz angelical de quien
se conduce
por el camino de la
infinitud extrema;
en el marfil de su boca,
en su cráter
iluminado, su inmaculada esencial,
y en sus tiernas y tersas
manos
la delicadeza hecha
ternura,
de la que quisiera ser el
objetivo.
Neguinha linda. Poema fascinante de ler.
ResponderEliminar.
Cumprimentos cordiais e poéticos
.
.
Una mujer guapísima, no me extraña que haya sido fuente de tu inspiración...tienes buen gusto Francisco.Saludos
ResponderEliminarTu poema es todo un homenaje a la belleza femenina. Muy bello e inspirador, Francisco.
ResponderEliminarMi abrazo siempre, amigo.
Hermosa mujer, es una diosa digna de tu espectacular poema.
ResponderEliminarUn abrazo.