En el pinar, sorteando las
olas
de agujas verdes,
sobrevuela una gaviota
que quizás perdiera el
rumbo
o se olvidó de cómo
navegar.
Se agita sobre las ramas
y se divierte,
pero no sabe abrir los
piñones,
como tampoco es capaz de
acomodarse
en el nido encontrado.
Atardece. Arriba,
por encima de todo,
un mar sin agua y azul,
tan inmenso
como el que cubre al
océano.
Llega la noche y el azul
se torna lúgubre,
como dormir sin soñar,
como un mar dulce e
insípido,
desangelado y sin peces ni
marineros…
La brisa encuentra un
órgano
entre el follaje
y la música es un silbo
discontinuo
como las olas del mar.
Está fatigado. No sabe si
duerme
o si tal vez le
sobresaltan las pesadillas.
Es noche cerrada en el mar
de agujas.
Con estos calores es diícil dormir así que ni llegan los sueños ni las pesadillas solo calor y más calor.Saludos
ResponderEliminar