Todo es vecindad lejana,
no hay distancia más larga
que aquella que nos resulta
inalcanzable:
la flor de azahar en otoño,
los higos frescos cuando cae
la nieve
o tu boca en el extremo invisible
y desangelado de este
confinamiento.
Hoy he querido medir
la envergadura de las alas
de un preso,
la contorsión precisa
para escapar por los
barrotes
y el deseo irrefrenable por
alcanzar
la fruta prohibida.
En esta limitación terapéutica
e impuesta
se me fue más de un mes
sobrealimentando el yo,
midiendo lo inconmensurable
de esta fatiga.
Es tiempo de decrecer,
de poner al otro en nuestro
espejo
y diluir el yo en el
nosotros.
Para los especuladores no es bueno "decrecer" ya que tienen que pagar por desprenderse de los bienes que acaparan, así les ha ocurrido a los del petroleo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tu imagen de hoy es una calle en perspectiva. Tus letras nos hablan de distancias y ello nos lleva a alzar la vista más allá de nosotros mismos. Es necesario hacer un esfuerzo y valorar al otro, recordar sus trabajos y fatigas. El espíritu lo agradece y también se engrandece abrazando al mundo.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo por tu buena reflexión, amigo.
Ha llegado el momento que ya paso de salir de casa....Saludos
ResponderEliminarEsa distancia, dpor medio, hace que no pueda encontrarse con la familia...ahora nos tenemos que conformar, con verlos desde una pantalla...por lo menos, sabemos que se encuentran bien.
ResponderEliminarBesos
La última estrofa es "reonda"
ResponderEliminarTriste realidad y hay que aceptar, de momento no hay de otra amigo Francisco. Saludos. Sentido poema.
ResponderEliminarDiluir el yo... Ojalá que millones de humanos estemos recapacitando y aprendamos a dar.
ResponderEliminarUn abrazo.