«Sed fecundos y multiplicaos,
henchid la tierra y sometedla.»
Y así, durante generaciones,
el hombre sació su sed,
se alimentó de los frutos
y amasó el pan con el sudor
de su frente;
más tarde descubrió el
fuego,
inventó la rueda, la palanca
y la polea,
y también los engranajes.
Y conoció a la
insatisfacción que se apropió de él:
nada le colma desde entonces,
al haber desbordado los
límites naturales.
El derroche encontró su
hábitat
y el hacha en su mano el
expedito camino
de la deforestación salvaje.
En lugares concretos era muy
superior la producción
que las bocas a satisfacer,
e inventó el mercado y con
él el transporte,
el rompimiento de las
estaciones y las distancias.
Nacieron los embalajes, se
quemaron los fósiles
y el exceso de residuos y
contaminación
ascendía como vaharadas de
progresión geométrica.
La insaciable industria no
se colmaba
con la agricultura ni la
ganadería tradicional.
Lo que hasta entonces fue
sostenible
buscó soluciones en los
transgénicos:
nacieron las fibras
sintéticas y los plásticos,
pero estos no saben volver a
sus orígenes y regenerarse.
Titubeó la lluvia, se
agudizaron las sequías,
se agotaron muchos
manantiales
y se rompió el ritmo
conocido desde la noche de los tiempos;
las temperaturas se saltan
los códices
y la lluvia ha perdido el
paso,
por eso a la sequía le sigue
una inundación extrema.
Todavía hay quienes lo
niegan,
pero esas son las razones de
la sinrazón.
El hombre habita la tierra desde hace varios centenares de miles de años creo que solo desde hace un centenar y medio de años es cuando la sinrazón ha entrado a ocupar su cabeza, antes se luchaba por la supervivencia, hoy se lucha por ver quien tiene más dinero, más prestigio sin preocuparse de lo que ocurrirá a corto plazo.
ResponderEliminarUn abrazo
Con más o menos precisión a partir de la revolución industrial, ¿no es así, Emilio?
EliminarUn abrazo.
En tiempos antiguos, cuando se escribieron aquellos textos que luego se recogerían en las llamadas "Escrituras", la densidad y la cantidad de población mundial eran una minucia comparándolas con las cifras actuales. La mortalidad era enorme y la esperanza de vida escasa. Llegar a los 50 años era toda una proeza. No es de extrañar que para las mentalidades de aquellas gentes fuera muy conveniente hacer uso de esos mensajes y recomendaciones: tener muchos hijos y someter la naturaleza, sin saber que después el precio -en deterioro medioambiental y en exceso demográfico- iba a ser muy elevado.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Para nada interpreto de las palabras del Génesis que someted a la tierra tenga sentido de explotación inmisericorde, sino la de aprovechar todos sus recursos; así como henchid la tierra no significa quédate por siempre en el lugar donde naciste. El hombre ha sabido proteger la vida, cuidar la salud y la mortalidad, alargar la vida en años; pero ahora tenemos una asignatura pendiente y es la de conservar la casa común.
EliminarUn abrazo, Cayetano.
Que triste realidad nos cuentas y cuanto más progreso peor vivimos cuando tendría que ser lo contrario.Saludos
ResponderEliminarLa ambición no se sacia nunca, Charo, y muchos no piensan más que en su presente y luego allá cada uno.
EliminarUn abrazo.
Buen título y mejor desarrollo.
ResponderEliminarEs lo que se ha instalado cada vez más en nuestro mundo.
Besos
Muchas gracias, Tracy, por ser tan generosa.
EliminarBesos.
Reflexivo poema amigo Francisco, no se si hemos llegado al limite de lo permitido.... Saludos.
ResponderEliminarMe temo que sí, Sandra. La Tierra tiene sus recursos, pero cuando no puede regenerar los daños causados es cuestión de tiempo que todo se vaya de las manos para siempre. El peligro no es el fin de la tierra sino de la vida humana en la tierra.
EliminarUn abrazo.
Francisco, muy bien contado a lo que hemos llegado y aun iremos a peor porque aun hay quien niega lo es tan evidente y vemos muchos, el cambio climático.
ResponderEliminarAbrazos
Algunos no quieren ver por intereses inconfesados y otros pocos por cerrazón, Isa.
EliminarUn abrazo.