El primer arma fue
una quijada de asno,
con la que Caín le
atizó, como un burro,
a su hermano Abel;
luego aprendió el
hombre
a tallar el sílex y
de tal dureza y filo
nacieron hachas,
lanzas, arpones,
arcos y afiladas formas
de matar.
Todavía tenía que
aparecer el acero
y la humanidad se
ensangrentó
en rudas e
intestinas batallas,
y de tales tinturas
se impregnaron
los nombres de
algunas espadas
y hasta pasaron al
canon de la historia:
Tizona, Excalibur,
Lobera…
Con nombre o bajo
anonimato,
la saña del hombre
contra el hombre,
cada día con mayor sofisticación.
De aquellas
fundiciones, de aquellos temples,
y de la desinencia
acerada de tanta violencia,
el nombre bélico
familiar que acarreo,
a pesar de ser
Espada que ni pincha ni corta.
La humanidad siempre ha usado la tecnología punta del momento para hacer el mayor daño posible a sus semejantes.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Llevamos en nuestros genes la acometividad contra el otro. No son las armas, somos las personas las nocivas.
EliminarUn abrazo.
Aquellas armas tenían humanidad, si es que se puede llamar eso a un arma, pero para matarse había que mirar a la cara, hoy no, un disparo a varios kilómetros y muertos por todas partes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Para ser más precisos, Emilio, lo único humano de las armas son las manos que las manejan, cada día más perversas.
EliminarUn abrazo.
Qué pena que los humanos siempre tengamos que estar en guerra unos contra otros, aunque ahora nos ponga en jake un minúsculo virus, en fin... cuídate mucho.
ResponderEliminarAbrazote utópico.-
Gracias por tus palabras, Irma, por tu preocupación por mí. Cuídate también tú lo mejor posible.
EliminarUn abrazo.
Conforme avanzan los tiempos las armas han sido cada vez más sofisticadas.
ResponderEliminarLo último de ahora, es que las guerras del futuro serán a base de armas químicas.
No nos damos cuenta que lo único qu conduce las guerras es a la destrucción del planeta.
Besos
Lo mejor del futuro es que no estaré para horrorizarme, pero basta ver focos del presente para que a uno le salga un sarpullido.
EliminarBesos.
Mi padre tenía un sable que se lo tenía que poner cuando vestía el uniforme de gala. Lo heredé y lo tengo puesto en una pared con su funda pero imposible cortar nada con él ya que no está nada de afilada.Muy bueno tu escrito.Saludos
ResponderEliminarYo lo llevo en el apellido, pero como si estuviera en una panoplia pegado a la pared, como el de tu padre.
EliminarUn abrazo.
Al final me has hecho reír, con eso de que ni pincha ni corta.
ResponderEliminarTanta tragedia buscaba una evasión, Tracy, y tuve que dársela.
EliminarUn abrazo.
Creo que las guerras nunca terminaran, ya no serán a espadas sino con armas mas sofisticadas. Lindo poema amigo Francisco, saludos
ResponderEliminarEn tanto las personas no cambiemos nuestro corazón, será como dices, Sandra.
EliminarUn abrazo.
Hola Francisco. Como tú bien dices, ahora la espada ni pincha ni corta. Ahora hay otras armas que no se ven, pero que matan de narices.
ResponderEliminarAbrazos
Al menos yo, Isa, que apenas soy nada. ¿Te imaginas si en lugar de invertir en armamentos para acabar con la humanidad varias veces lo invirtieran en que viviéramos mejor?
EliminarUn abrazo.