El tren se detenía
en todos los apeaderos
sin que se abrieran
las puertas
para que bajase o
subiese nadie,
─íbamos contados─
minutos más tarde,
un mercancías
nos tomaba la
delantera
y desaparecía de nuestro
panorama.
Cada uno portaba su
petate: saco de lona,
una manta que había
arropado a otros cuerpos
una cantimplora
abollada y un cubierto
que había
alimentado a otras bocas.
Poco a poco iba
cambiando el paisaje,
pero se repetían
una y otra vez las interrupciones;
a fin de cuentas no
estábamos en guerra
y desde el punto de
partida todo era mili.
Nadie nos esperaba.
Bueno, sí, un listado
de la que algunos
uniformes
procuraban no
faltase nadie.
Al segundo
anochecer llegamos a destino,
pero el campamento distaba
unos 10 kilómetros
que hicimos
marchando con las ligeras pertenencias
que nos recogerían para
siempre a la llegada.
Tras una ligera
cena fría, la afiliación
y la asignación de
una litera,
por suerte la del
ático. Mandaron silencio
con el sonido
inequívoco de una corneta
y un profundo aroma
a pies
fue el anticipo del
uniforme
que aún tardaría
dos días en ser entregado:
ardor guerrero en
tiempos de paz.
Unos juegan a la guerra con el tiempo de los demás, otros pierden año y medio de su vida cuando están en la mejor edad.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Un tiempo de embrutecimiento total, de acatar órdenes que no tenían otra utilidad que la disciplina. En fin, agua pasada.
EliminarUn abrazo.
Hola Francisco. Madre mía, debe de ser horrible estar oliendo a pies todo el tiempo jajajaja. Si solo fuera a pies no ibais mal.
ResponderEliminarAfortunadamente ya no tenéis que hacer los hombres la mili. Mi padre la hizo en África y estuvo de corneta.
Abrazos
Ese es el recuerdo del hacinamiento de personas que habían salido de su casa 48 horas antes sin lavarse ni cambiarse de ropa. Total, 200 hombres en una misma nave...
EliminarUn abrazo.
No llegue a conocer esos trenes del medievo, lo más pronto que llegué a subirme en uno de ellos fué en el 1971 dirección Barcelona, que tardó más de 24 horas en llegar, tenía 17 años y juntos en el mismo habitáculo nos juntábamos más de 10 personas todos ellos chavales que íbamos al mismo lugar, hasta nos divertimos, éramos casi adolescentes camino a nuestro primer trabajo, lo recuerdo con cierta nostalgia, no me puedo quejar de la vida que después he llevado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pero te subiste a un tren comercial, aunque fuese de tercera, pero ese convoy le cedía el paso hasta a los mercancías. Eso es de ora galaxia.
EliminarUn abrazo.
Nice post and photo
ResponderEliminarThank you very much.
EliminarHe vivido en un cuartel unos cuantos años y me levantaba y acostaba al toque de corneta.En un tren parecido nos íbamos todos los veranos de vacaciones al pueblo de mi madre en La Rioja y tardábamos 13 o 14 horas en llegar haciendo 3 trasbordos pero lo pasábamos muy bien en esos largos viajes y ahora los recuerdo con gran cariño.Llegábamos a nuestro destino con las caras ennegrecidas del humo del carbón que salía de la chimenea del tren.Saludos
ResponderEliminarEntonces conoces por vecindad de lo que hablo, Charo.
EliminarUn abrazo.
Por supuesto que yo no tengo experiencia ninguna, aunque me imagino como sería la vida.
ResponderEliminarLo único que he hecho de joven es un campamento de verano y no se puede comparar a esto.
Besos
Ese campamento "festivo" no pude hacerlo, pero del otro no me libré.
EliminarBesos.
Jajajajaja
ResponderEliminarTe ríes porque tú hacías labores en lugar de la mili. Ja, ja, ja, ja...
EliminarUn abrazo.
Recuerdos, que aún siguen vivos y que seguramente a pesar de todo guardas con cariño, Francisco. Hoy día nuestros jóvenes no hacen la mili, gracias a Dios, pero deberían enseñarles en los colegios los valores humanos, que faltan por todas partes, no sólo instruirlos en las materias.
ResponderEliminarMi gratitud y mi abrazo por compartir, amigo.
Parece que estamos condenados a pasar de un extremo a otro: disciplina militar o rienda suelta.
EliminarUn fuerte abrazo, María Jesús.
Eran otros tiempos pero es actual el olor a pies sobre todo después de un dia de arduo trabajo. Saludos amigo Francisco. :=)
ResponderEliminarPues sí, Sandra, siempre hay personas "espesas" que repelen el agua.
EliminarUn abrazo.
Tiempo perdido para muchos, de aprender para otros, de soledad y tristeza para todos. Y aún hay combatientes que ya no "colimbas" como se les decía por aquí. Tiempos idos. Abrazo cariñoso
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