Hoy revivo aquellos
dos vuelos
que me alejaron del
paisaje conocido
hasta aterrizar en
Fuenterrabía,
tras una pequeña
incursión aérea
en aires de la
vecina Francia
por necesidades de
navegación.
Como los
movimientos posteriores,
todos ellos para
echar raíces temporales
en un cambio de
trabajo. Me esperaba
una cálida
bienvenida por parte de dos amigos
y una zambullida
inaugural en “la parte vieja”
de la bellísima y
señorial Donostia.
Salvo el trabajo,
todo era desconocido;
Zarautz era un apacible
lugar de veraneo
y una multiembajada
en el suave
agosto cántabro.
Atrás quedó
la familia y
también la levadura
de la que sería
propia años más tarde.
Allí un trabajo
trámite, una experiencia
que sería
interrumpida por el servicio militar.
Ayer, una
fotografía en blanco y negro,
pero permanece
indeleble en mi memoria
y se hace más
nítida en la vejez.
Verano del 67. Un año muy especial para ti, también el inicio en San Francisco -otro Francisco- de lo que vino a llamarse la contracultura hippie: el verano del amor. Mientras tanto, un chaval de catorce años residente en el barrio de Carabanchel escuchaba la música de Los Bravos ("Quierro una motocicletta...") y de los Brincos ("La otra noche bailando estaba con Lolá..."), etc. Un tiempo nuevo empezaba para todos.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Aquel verano también fue otro Francisco a Ayete, como era su costumbre. En el hotel, una discoteca de primera línea con actuaciones en director de Sacha Distel, aquel cantante francés que quiso ser bombero, y otras figuras del momento. Allí aprendí a disfrutar de la comida, me aficioné al frontón... y escribía cartas porque todavía no había teléfonos en todos los hogares.
EliminarUn abrazo, Cayetano.
Algo bueno nos está dejando la pandemia. Recordar los mejores momentos vividos. Pensar, meditar y rezar para amortiguar el miedo. Comunicarse con los familiares para saber como están. O con los amigos.A costa de muchas cosas. De respirar aire puro. De salir. De pasear sin cortapisas ni mascarillas. De ver y abrazar a los nietos. ¡Eso si que duele!... Pero ya vendrán tiempos mejores. Es hora de leer, pensar, recordar...
ResponderEliminarMuy acertada en todos tus extremos, Angalu. Más o menos por ese camino es el que me muevo, por la reflexión y la cercanía a todos los seres queridos, aunque estas tengan que guardar cierta distancia física. Mi solidaridad con las muchas familias que lo están pasando tan mal.
EliminarUn abrazo.
Hola Francisco la melancolía hace viajar al pasado. Seguro que lo pasado y tus vivencias son muy buenas. Seguro que esto nos sucederá a todos llegada una edad.
ResponderEliminarAbrazos
Seguro que sí, Isa. Basta con no mirar hacia atrás con dolor para que veamos el paisaje que dejamos atrás con nostalgia y cariño, con ese cariño que has ido poniendo en tu día a día y ahora revives.
EliminarUn abrazo.
En el verano del 67 tenía 15 años, estaría en 5º de Bachillerato, el trabajo aún me quedaba lejos, 2 años para aprobar las oposiciones y salir camino de Sevilla y después a Barcelona, bonitos años.
ResponderEliminarUn abrazo.
Para mí representó mi tercer puesto de trabajo. A los 15, casi 16, comencé a trabajar y en adelante.
EliminarUn abrazo.
El pasado sigue vivo en la piel y el alma, Francisco. Es importante mirarlo de vez en cuando,limpiarlo y acariciarlo. Ello fortalece nuestro ánimo y nos llena de esperanza en el presente...Somos tiempo y hay que amarlo, agradeciendo a la vida cada momento.
ResponderEliminarMi gratitud y mi abrazo por compartir tus bellos recuerdos.
Tienes razón, María Jesús, y así es como lo veo, como un resucitar los bellos momentos vividos.
EliminarUn abrazo.
En ese año vivía yo en Zaragoza con mis padres y hermanos y también tengo bonitos recuerdos de los años vividos allí pues Zaragoza me enamoró.Saludos
ResponderEliminarYo había saltado desde Marbella y para mí todo era nuevo, Charo.
EliminarUn abrazo.
Tiempos idos que bien vale la pena recordar guardando en la memoria bonitas experiencias y hermosos lugares.
ResponderEliminarUn abrazo.
Procuro apartar de la memoria todo aquello que me haría daño recordar, pero refresco los recuerdos de cómo me fui conviertiendo en este presente actual.
EliminarUn abrazo.
En el verano del 67 andábamos a pocos kilómetros, yo con mis 7 añitos y una barullo total, disfrutaba y me bañaba en mis playas cercanas a Bilbao, despreocupada de la vida, riendo, trotando... ¡Me parece que fuera otra Edurne!
ResponderEliminar¡Qué bien viene recordar el pasado de vez en cuando!
Eskerrik asko, amigo Paco!
Muxus
;)
Podría contarte infinidad de anécdotas, pero voy a referirme a aquel tren de vía estrecha que iba de Bilbao a Donosti, en el que tanta veces monté, donde la gente al completo iba cantando canciones del acervo cultural de sus tradiciones. Llegué a aprenderme algunas de ellas, aunque no sabía traducirlas a mi idioma.
EliminarEskerrik asko, neska polita.
Un abrazo.
Así como, en el blog de Rosa María, he podido recordar que hice yo ese día, del verano del 67 no tengo ningún recuerdo especial.
ResponderEliminarSeguro que si tú me señalas otro momento tampoco recuerde yo nada especial, pero aquel tiempo fue para mí un acierto haber dado ese paso.
EliminarUn abrazo.
Qué chulo tu trabajo que te llevo a ese bello lugar.
ResponderEliminarBesos
Mi trabajo fue de inicio a fin la hostelería, sólo que no me quedé en un único lugar y fui cambiando de asentamiento como de domicilio varias veces a lo largo de la vida.
EliminarBesos.
Es lindo conservar en la memoria aquellos momentos vividos, recuerdos que son parte de nuestra vida, y que agradable que los compartas con nosotros. Saludos amigo Francisco.
ResponderEliminarUno no llega a recordarlo todo, Sandra, pero sí aquello que más gratamente atesoró la memoria.
EliminarUn abrazo.