Luna llena,
reina de la noche
con su vestidura talar
de oro, largos flecos lumínicos y alamares,
un espejismo al que mañana
le faltará un mordisco
por encima de su hombro desnudo,
y así, día a día
hasta la decrepitud
de una ilusión que se desvanece
sin llegar a cuajar.
Es tanta la soledad,
tanta la añoranza que deja,
tan creíble y certera la ilusión de la noche,
tan esperado el milagro
de los caminos que surcan el firmamento,
que conviertes lo soñado
en tangible…
Tengo memorizada tus huellas
y cada uno de tus destellos;
no me digas que es fiebre
de mi mente enferma:
morir es más suave
que perderte para siempre.
Hay lunas espectaculares, siendo la misma.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo que uno aprecia va por un camino distinto de lo que explica la ciencia, pero para nosotros sigue siendo algo mágico.
EliminarUn abrazo.
Y sin embargo, somos quienes, poco a poco, la ensombrecemos.
ResponderEliminar🌹
Tienes razón, Merche. Y es que nosotros distamos mucho de la perfección.
EliminarUn abrazo.
No me cabe duda de que la luna llena es la reina de la noche y tu poema la ha coronado. Saludos
ResponderEliminar¡Oh, Charo, muchísimas gracias.
EliminarUn fuerte abrazo.
Me gusta las noches de luna llena. La luna proporciona mucha más luz. Aunque para apreciarla mejor, hay que irse a lugares despejados y que no haya luz eléctrica.
ResponderEliminarFeliz domingo de descanso.
Es verdad que no podemos renunciar a los grandes y favorecedores inventos o descubrimientos que ha hecho el hombre, Antonia, pero algunos, como la luz, no se lleva muy bien con la visión del firmamento.
EliminarUn abrazo.
Debo de estar de nuevo en los spams
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