Pasa el barrendero municipal
con una sopladora en ristre,
y con energía de voz militar
va mandando romper filas:
las hojas se desplazan de sopetón
en busca de otro acomodo,
para ser sopladas de nuevo.
Pasa un guardia municipal
junto al emigrante que vende en la acera
y en vez de soplar de ira y requisar,
mira distraídamente al tráfico rodado.
Pasadas las lluvias, creció tanto el arroyo
que ahora no es posible vadearlo:
a veces sopla un viento incómodo,
otras hay ojos que miran sin ver,
y las más de las veces
no es posible sortear la adversidad.
Cierto que no es posible sortear la adversidad pero si se puede aprender a vivir con ella . Saludos
ResponderEliminarAhí está la sabiduría, Charo, en aprender a vivir con ella.
EliminarUn abrazo.
La adversidad es una constante que a veces atacamos, otras veces, evadimos y terminamos conviviendo con ella, acostumbrados a ella.
ResponderEliminarUn abrazo de anís.
Sé bastante de esa convivencia, Sara. No vivimos un mundo ideal, sino aquello que nos toca a cada uno vivir, Sara.
EliminarUn abrazo.
Charo tiene mucha razón.
ResponderEliminar¡Ya lo creo, Tracy! Con cuatro operaciones de columna, llevo 30 años viviendo con las adversidad del dolor crónico.
EliminarUn abrazo.