Lluvia copiosa, anunciada y temida,
empequeñecida por los exagerados
anuncios y medidas precautorias.
Una manta líquida merodea los cielos
como amenaza acariciada
por la sempiterna sed de la tierra.
Ojalá en breve una sábana verde
cubra el secarral que nos circunda
y de testimonio de saciedad de la tierra,
salpicando la hierba fresca de flores
que son sones musicales de abundancia.
Aquella veladura blanca de la primavera
que habitó los campos preñándolos de futuro,
es hoy un amarilleo anaranjado casi en sazón.
Desde mis ojos entornados
paso del futuro siempre incierto
al pretérito que confirma la memoria
en los naranjos familiares: nunca,
nunca supo remotamente igual su fruto
que mondada con las manos subido al árbol
como integración de lo uno en lo diverso.
Lluvia copiosa. Música líquida de la lluvia
que en los cristales me ayuda a vislumbrar
ese pasado remoto, de nuevo factible.
Por aquí la lluvia pasó de largo.
ResponderEliminarUn abrazo.
En cambio la nieve ya se ha dejado ver en la cumbre.
EliminarUn abrazo.
Cuantas cosas hay que nos invitan a recordar nuestro pasado. Hemos estado varios días sin parar de llover y hoy al fin ha salido el sol. Saludos
ResponderEliminarAsí es, Charo, cada día es una novedad al tiempo que un recuerdo.
EliminarUn abrazo.
La lluvia siempre nos trae cánticos de nostalgia, Francisco...Todos agradecemos la lluvia, nutre la tierra, nos calma la sed y limpia el aire...Es símbolo espiritual y además nos llena el alma de sentimientos...Bendita lluvia y ojalá nunca nos falte, amigo.
ResponderEliminarMi abrazo entrañable por tus profundos y bellos poemas.
Muchísimas gracias por tus continuos estímulos, María Jesús.
EliminarUn fuerte abrazo.