Tenía una bella sonrisa, breve
como apacible tarde de otoño,
una mirada intensa y femenina
capaz de envolverte
en la nebulosa de un chubasco,
en la chispa eléctrica de una tormenta,
o en la ilusión de una aventura
con un largo destello de luz
de su mirada celeste
y darle un mordisco al tiempo
sin llegar a rozarte.
Cuando todos duermen
ella es presencia viva,
traviesa que trasnocha
y hace malabares con los usos
a fin de que duermas una hora más.
Tenía una bella sonrisa, breve…
Un visto y no visto.
Yo me he despertado una hora antes. No se cuando se acabará esta chorrada del cambio de hora.
ResponderEliminarUn abrazo.
No conozco las cuentas, pero a mí me da que bien poco es el ahorro y mucho más el trastorno.
EliminarUn abrazo.
Intuyo que la sonrisa era del color del oro o del palosanto, ocre de otoño, como las hojas que caen para fertilizar el suelo.
ResponderEliminarBuen poema.
Saludos
Ya sabes que los autores siempre guardamos un comodín en la manga, pero por ahí van los tiros. Muchísimas gracias por tu presencia en mi blog, Francesc.
EliminarUn abrazo.
El reloj digital de la muñeca y el del móvil se actualiza automáticamente, pero el reloj de cocina, el de la radio despertador, microondas y reloj de pared, hace falta un rato para ponerlos a punto. El reloj de pared, me ha dado pereza cambiarlo. Tengo que subirme en una escalerilla y pararme en cada hora, para que suenen las campanadas, de esa manera, se tarda bastante tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo.
También es bello vivir la añoranza de que suene el reloj de pared con horas del pasado. ¡Déjalo como está y no hagas circo por ponerlo en hora! ¡Cuídate!
EliminarUn abrazo.
Así es la vida, un visto y no visto.
ResponderEliminarAntes de que nos demos cuenta...
EliminarUn abrazo.