Dionisio era un joven huidizo, apocado y hasta tímido, cuando merodeaba el Aerópago.
El apóstol Pablo hacía en Atenas confesión pública de su evolución de perseguidor a discípulo, de piedra de tropiezo a canto rodado por los caminos de la vida.
Esta fue la catequesis que escuchó el retraído Dionisio, el motor, la energía, la hoguera en la que fundió su ignorancia y llegó a ver la luz de manera radiante.
Con similar ímpetu desarrolló su vida pastoral, y era tan fluido su verbo que para que dejara de predicar, de un certero tajo, le cercenaron la cabeza separándosela del cuerpo.
Aún así, durante unos instantes, Dionisio recogió su cabeza, se la acercó al cuello con ambas manos y siguió predicando.
De cómo llegó a ser patrón de Ojén, como lo es de Jerez de la Frontera y de París, necesita de otras arduas investigaciones.
Pero hay algo que es coherente en el carácter del patrón y su pueblo: la tenacidad. Como Dionisio siguió predicando después de decapitado, mis paisanos saben que la Feria es mucho más que una celebración, y cada cual pone su granito de arena y reconoce el buen gusto y el saber hacer de Antoñito Román, ojeneto de honor por los siglos de los siglos.
Tenacidad a prueba de todo, muy por encima de tan desafortunado destino.
ResponderEliminarUn gran abrazo.
Muchas gracias, Sara, por tu presencia en mi blog.
EliminarUn gran abrazo.
La crueldad, queda reflejada en cualquier siglo de la hsitoria y también alcanza a estos últimos años, por mucho que nos consideremos una sociedad civilizada.
ResponderEliminarUn abrazo.
La crueldad es una constante a lo largo de la historia, por todos y si ningún motivo, lo que significa que somos crueles por naturaleza, si bien incívica.
EliminarUn abrazo.