Llegada la cima de la tarde,
el sol sangra su esfuerzo diario
por las heridas abiertas del tránsito.
El cielo se impregna de su ahínco
y la mar lo disuelve y deglute
hasta asimilarlo en su seno.
Sobre el horizonte una visión deformada
que limita su obstinado desafuero
como trampantojo tenaz y engañoso.
En la arena, alisada por el poniente,
el tintado de luz del astro en retirada,
y sobre la arena, tu huella indeleble
acentuando tu dolorosa ausencia.
En mi tierra al no tener mar, en los atardeceres el sol se va a "esconder" tras las montañas aunque se delata con ese colorido especial conque lo hace. Saludos
ResponderEliminarNo es tan importante que sean idénticos atardeceres, sino como lo percibimos cada uno de nosotros, Charo.
EliminarUn abrazo.
Es el momento más maravilloso del día.
ResponderEliminarUn abrazo.
Para mí hay un lindo empate con el amanecer. Todo depende de la "Mirada" de cada uno de nosotros.
EliminarUn abrazo.
El sol, el mar y la tarde cada día nos dicen lo que necesitamos...Justo al ponerse el sol somos conscientes de nuestra pequeñez y nuestros límites. Ahí en esa puesta del sol sentimos, que la luz se despide y nos deja una esperanza para otro día...Es un momento muy especial cada puesta de sol, Francisco...El Creador nos espera siempre.
ResponderEliminarMi abrazo entrañable por tu profundidad