Una palabra pronunciada
es una piedra que lanza el hondero,
una tesela que encaja con sentido propio,
dotada de significado
y arropada en su propio significante.
Algunas son agrimensoras,
con su sentido de distancia,
de altura o de profundidad,
de calado social o de tubo de ensayo,
pero ninguna huera ni sorda.
Las hay desconocidas o poco frecuentes,
pero cada una tiene su misión específica
y su significación en el contexto.
Es como una nota musical, con su tempo,
su armonía y su función relacional,
dentro del discurso.
La palabra, expresión mínima
de dicción y sentido completo,
se arropa en el compendio
que le sigue y le precede
y con mucha más luz que un sonido fortuito.
Olvidar palabras es como extirpar
órganos fundamentales de su función vital.
Callar es asistir al sepelio
de todas las palabras,
como toma de decisión irresponsable.
¡¡Cuanto se ha callado en nuestra historia más reciente!!.
ResponderEliminarUn abrazo.
En este momento me resulta repulsivo enterarme de lo que imaginaba en las trastiendas del poder. ¡Qué barbaridad!
EliminarUn abrazo.
Por mi que no haya sepelio así que hablaré y escribiré con cuantas palabras sean necesarias. Me admira que tu inspiración no cese y que siempre encuentres fuentes tan diversas para dicha inspiración. Saludos
ResponderEliminarTe agradezco mucho tus palabras, Charo.
EliminarUn abrazo.