En la distancia, el bullicio
de la plaza es una agitación
del alma más que del cuerpo.
San Dionisio ya reposa de su caminata
entre velas quemadas
y flores que se marchitan.
Bajo un techo de farorillos
se ha desplegado una formación
de colores y lunares con luz propia;
orquestas en competición
se hacen sus relevos
y un hervidero de parejas
compite locamente en divertirse
como si no hubiera un mañana.
La plaza es el epicentro:
orquestas que se suceden
y una barra inmensa como sierpe si fin
compite con Los Chorros
escanciando y saturando la sed
de propios y extraños.
En mi memoria,
Pepe Barranco con su modesta rifa
y Monfrino rey póstumo e insustituible
de aquellos veinteañeros que fuimos.
No es una feria más,
es la Feria,
el momento presente
eternizado en la memoria
para el resto de nuestros días.
¿Desde cuando no te pasas por la feria de tu pueblo?, yo , por la mia, ni me acuerdo, aunque al igual que tu aún recuerdo ir con mis hijos cogidos de la mano.
ResponderEliminarSaludos