No la encontraba,
pero vivía conmigo, entrelazada
como los cordones de los zapatos.
Lo necesario, cuando se dispone de ello,
es tan sordo como el murmullo de las hojas
en la arboleda,
que tienes que prestarle atención
para oír su música.
Mi monedero no suena mucho,
pero siempre tiene lo suficiente
para consentirme
ese café que me espabila y entona
y me ayuda a mirar la luz del día con plenitud.
No supe que era feliz
hasta que pasé verdaderas dificultades
y allí estaban los mío para arroparme.
No se ve el horizonte desde dentro del agua,
ni siquiera la mar es visible cuando buceo,
ni se aprecia el cielo desde lo pedestre;
no padece hambre quien hace tres comidas al día
ni sabe conjugar la palabra libertad
quien no está o ha estado privado de ella,
o de salud.
El roce diario no me ayuda a valorar mis riquezas,
son las carencias las que nos ponen en búsqueda.
Tienes tanta razón...a veces la felicidad está a nuestro lado, acariciandonos, susurrandonos melodías casi imperceptibles pero que te hacen estar sonriendo todo el día, pero sin embargo, muchas veces ni lo notamos...hasta que un día...algo arrebata tus motivos y ya es tarde, muy tarde para decirle lo bien que le hacen sus zapatos a tu vida..,muy sentido tu escrito....bss
ResponderEliminarMuchas gracias por implicarte tanto al leerme, Diva.
EliminarUn abrazo.
Y desde la quietud de mi búsqueda, tu palabra me orienta.
ResponderEliminar🌹
Si mis palabras te han servido de orientación, a mi tu respuesta me llena de gratitud, Merche.
EliminarSerá por lo que cuentas que cuando salimos a la calle no vemos ni la pobreza, ni la indigencia, ni el racismo, el sin hogarismo, los niños en la calle, ni nada de nada, hemos caido en la apatía.
ResponderEliminarUn abrazo
En general, Emilio, solo vemos lo que nos interesa, y el sufrimiento ajeno no está en el inventario.
EliminarUn abrazo.
A veces parecemos ciegos, ante los necesitados que nos cruzamos diariamente. De tanto verlos, ya permanecemos impacible hacia su desgracia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así nos pasa, Antonia.
EliminarUn abrazo.
Hola Francisco. Suscribo todo tu escrito. Fué un placer pasar por tu blog. Un beso.
ResponderEliminarMe alegro mucho de que esté aquí, Josefa.
EliminarUn abrazo.
Es bueno hacer un balance de vez en cuando de las cosas que nos ayudan a vivir y seguir adelante con cierta seguridad, alegría y tranquilidad, que podemos llamar felicidad...Todo ello es bueno y deberíamos agradecerlo constantemente, pero al mismo tiempo nos crea una pantalla, que no nos deja ver a esos seres que están siempre en busca de lo necesario...Asi que quizá hay que ser más conscientes de lo bueno que tenemos y lo menos bueno, que tienen los de alrededor y colaborar para mejorar nuestro mundo.
ResponderEliminarMi abrazo entrañable por tus profundas reflexiones, amigo.
Tienes mucha razón, María Jesús, hasta el punto que los pueblos pobres son más solidarios que nosotros. Quien conoce "las fatigas" está propenso a detectarla en los demás y a arrimar el hombro.
EliminarUn abrazo.