Cuando eras joven
derramabas pétalos de alegría
como quien va dejando tras de sí
la propia esencia de su ser.
Derrochabas de tu sobreabundancia
y nunca quedabas despoblada.
Me refiero a ese tiempo
que hacías primavera de todas las estaciones
y el grana de tus mejillas
competía a diario con la misma naturaleza.
Pasaron los años,
afrontamos las vicisitudes
y lidiamos las cornadas de los días
en los que la salud pasea por su cuenta,
al tiempo que gozábamos
con lo festivo de lo no adverso.
Ahora, instalados en el postre del banquete,
tu sonrisa, un tanto desequilibrada,
sigue siendo la linterna
que alumbra el camino de nuestras vidas.
No tiene que estar desequilibrada, solo marcada por las arrugas del conocimiento.
ResponderEliminarUn abrazo
Los poetas se toman licencias que no se admiten en otros lenguajes.
EliminarUn abrazo.
Otro magnífico poema dedicado a esa gran mujer que te acompaña a lo largo del tiempo. Un fuerte abrazo a los dos.
ResponderEliminar¡Qué alegría encontrarnos, Chelo! Por encima de lo que digas de mis letras o de mí, tu amistad.
EliminarUn fuerte abrazo.
Hermoso homenaje a la dueña de esa sonrisa, que la ha sabido mantener a lo largo del tiempo y ha dejado su huella de amor por la vida...
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo entrañable, Francisco.
Como humana no es perfecta, por eso la sonrisa no es permanente, pero así me gusta verla, sentirla y acariciarme en ella, María Jesús.
EliminarUn abrazo.
hermoso poema
ResponderEliminarsaludos
Muchas gracias, Carlos.
EliminarUn abrazo.
Bellísimo poema.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Tracy.
EliminarUn abrazo.