Ningún gesto,
ni tan siquiera una palabra
de asentimiento ni de rechazo.
El deseo es una pregunta no formulada
que se manifiesta en el otro
por voluntad ajena,
tanto si la acaricia como si la ahuyenta.
Surte la carne como surte un manantial,
de forma plenamente natural,
a borbotones, con impulso irrefrenable.
Como surge la primavera
tras la efervescencia de la savia dormida
y remonta las cavidades internas
hasta sonrosar la piel
y revestirla de galanura.
En una mirada fugaz
puede habitar la confirmación,
en el roce de las manos
el calambrazo que ratifica el abastecimiento,
y en la mirada la avidez que despierta
de un largo sueño.
Aunque tenga que seguir
trabajando largamente la espera,
indícame que voy por buen camino.
Con el tiempo te darás cuenta y verás si el camino que sigues es el acertado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eso que dices es así, sin la menor duda. De todos modos, cuando uno se hace mayor, se da cuenta que a lo largo del camino ha modificado más de una vez la ruta. La vida es aprendizaje, Antonia.
EliminarUn abrazo.