Se hizo acompañar por el nieto
al ceremonial nocturno de la azotea.
Debajo está el murmullo de la ciudad
y la estridencia de algún televisor
sobrenadando por encima de lo educado.
Lo tomó de la mano derecha,
le extendió el dedo índice
y le iba señalando a cada estrella
con la solvencia de haber paseado
por sus calles y avenidas con frecuencia.
Con el tiempo se había convertido
en ritual cotidiano. Otros abuelos,
a otros niños, narran cuentos o fábulas
cuando llega el momento del descanso.
Al abuelo solo le interesan los caminos,
las sendas y recovecos nocturnos de luz,
los vericuetos por los que su imaginación
se mueve cada noche con destreza,
salvo en días opacos o de densa lluvia.
Al parecer, según le contó su mamá,
el abuelo sintió una atracción incontrolable
por el nocturno mundo de las estrellas
cuando la abuela emprendió, un día aciago,
el inexorable camino sin retorno.
Yo también veo al firmamento como el abuelo.
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Pues es una delicia verlo de ese modo siempre esperanzado, Merche.
EliminarUn abrazo.
Todos los niños sienten predilección por sus abuelos.....por lago será.
ResponderEliminarUn abrazo.