La vida, ese diapasón
que oscila desde el parto al óbito
a ritmo y sin pausa.
A veces, simulando estar adormecido,
como en vecindad con el olvido;
otras disparado y hasta desaforado,
persiguiendo un imposible tres en uno
que siempre acaba en derrota.
De vez en cuando, un alegre arpegio,
una floritura, una guirnalda,
una pañoleta atada al cuello
que el aire agita en todas direcciones,
por la personalísima escala anímica.
Otras, un rústico rumiar,
un adormecido caminar en pos del tiempo,
sin que este se deje alcanzar.
En el salón de baile de la vida,
la misma partitura,
-siempre a ritmo-
pero con la diversidad de la apreciación
particular y genuina
con la que en cada ocasión
nos cosquillea al oído.
Una verdadera delicia, muy musical y ágil.
ResponderEliminarUn abrazo.