Qué bella la hoja inmaculada,
la jovial juventud, cuando todavía
no es el deseo el ritmo de la marcha,
sino el encuentro jubiloso y novedoso
de cada amanecer y su ocaso.
La fiesta de cada encuentro,
la contemplación y la algarabía,
el bullicio, el ajetreo, el no parar,
para remecerlo años después,
cuando el ímpetu pida paz y reposo.
Ya vendrá el tiempo del silencio,
la reflexión serena y sosegada,
el momento de conjugar el pretérito
y contemplar el presente que se esfuma
como hielo que se nos licua en las manos.
Cuanta añoranza de aquellos años de niñez y juventud que tan rápido han pasado.
ResponderEliminarRecuerdos de mi niñez
cuentos de hadas, fantasía
mil aventuras vivía
quién fuera niña otra vez.
Saludos
No podemos desandar el camino, pero sí gozarnos de haberlo vivido, Charo.
EliminarUn abrazo.
Lo recordamos viendo a nuestros propios hijos y nietos, Francisco...Cada etapa tiene sus diversiones, sueños, deseos y fiestas...Todo pasa y todo cambia, lo importante es que los valores humanos permanezcan siempre.
ResponderEliminarMi abrazo y mi cariño, amigo poeta.
Qué rápido pasa la juventud.
ResponderEliminar"Volver a los diecisiete", como en la canción de Violeta Parra.
Fuerte abrazo