Este mutismo, este silencio atronador,
esta existencia simulada de puntillas
por la que paso sin huellas, inadvertido.
La plaza, las calles, los vericuetos todos
testigos de mis pasos mullidos e inquietos,
a pesar de nutrirme en la esperanza.
¡Oh Dios! Solo soy una provisión tuya,
una vida torcida, hecha de equívocos,
que como todas tendrá que dar cuentas
de los dones recibidos y derrochados.
Muéstrame el camino, señálame tus huellas,
guía mis pasos por las sendas más oportunas.
Tómame de tu mano, dame tu fuerte asidero,
y la seguridad perdida que no encuentro:
el consejo, el mandato oportuno y veraz,
el ímpetu que no poseo para llevarlo a cabo.
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