17 enero 2025

MIRANDO AL MAR

 




En numerosas ocasiones,

-también hoy-

he perdido la noción del tiempo

mirando al mar desde la orilla:

las aventuras vividas,

ese ritmo musical y salino

que adormece y envuelve,

el recuerdo amorfo entre lo vivencial

y lo soñado…


La exaltación del azul,

con sus variables de grises y verdosos,

el frescor que acaricia,

la dulzura de los pies desnudos,

el intimismo que integra

y las estridencias de las gaviotas

celosas de cualquier carroña.


La soledad de esas primera horas,

antes de que el sol hiera,

la brisa algo más que fresca

y los hallazgos de conchas y piedras

como perlas de irisaciones caprichosas.


La espera. La fastidiosa espera,

-posiblemente en vano-

y esa duda que deja una espita permanente

soñando lo irreal y lo imposible.

3 comentarios:

  1. En la orilla del mar me quedo ensimismado.
    Saludos

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  2. Y acompaño tu escrito con Jorge Sepúlveda, evocando lugares y tiempos felices de mis mayores.

    Una flor es un diamante, que también decía mi madre

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  3. También me gusta mirar al mar, pero al vivir lejos de él, no puedo hacerlo con mucha frecuencia.
    Un abrazo.

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