Sentado al borde de la espera,
en la desesperante demora
que se dilata hasta proyectar sombras.
Cantó el gallo y todavía reina la noche,
inquietud y desvelo que bosteza
aguardando el rumor callejero
que precede al clarear del día.
El minutero, afónico, enmudece
y la impaciencia se empeña
en batir todos los récord y palidece.
En la boca, reseca de angustias,
se instala y acomoda el amargor
de la sangre remecida y adormecida.
Un destello imaginado es este flujo
en el que nada sucede, salvo la espera.
Me inundan las sombras. Me asechan.
Me inquietan. Es todavía noche cerrada.
El tiempo mastica y digiere cada segundo
y mi corazón estalla de impaciente espera:
los minutos se agigantan como lomas pardas
donde habitan los cruentos fantasmas.
me imagino a la muerte, aquella que espera y no desespera en el eterno tiempo...
ResponderEliminarabrazos