Primero fueron las nubes
las que corrieron un visillo sobre el arcoíris,
más tarde comenzó a llover
sin intensidad, pero con mucho tesón,
con la misma monotonía
que esta situación apática que me domina.
Agua menuda, constante, cadenciosa,
porfiada, perezosa, pesada y pertinaz:
un día inhóspito que recluye,
que aísla en el desequilibrio interior.
Las sales de júbilo
con las que me hice a la calle,
acabaron diluidas hombreras abajo
y se fueron escabullendo por los sumideros
en un silencio cómplice y agónico.
La tarde ha suscrito idéntico compromiso.
Y yo maniatado a este encierro,
con la contrariedad de un arresto domiciliario.
Por aquí llevamos ya varios días que llueve y no tiene trazas de parar pero con paraguas esa lluvia ya no moja. Saludos
ResponderEliminarAquí sucede lo mismo. Es un chispear no intenso que para y arranca cada vez que le parece, pero hay que salir pertrechado.
EliminarUn abrazo.