Te descubrí junto al nogal,
bañada por el abrazo de sus ramas
junto a la corriente del arroyo
que se remansa en la charca,
espejo reluciente con irisaciones
de plata y flecos verdes
que el agua teje en su insomnio
de entumecido dominio.
Desde la montaña, desde el camino,
desde la nube blanca, desde la brisa,
desde la corriente de agua, desde la parra,
desde la higuera, desde el cañaveral,
desde el chopo infinito, dentro y fuera,
muy adentro, Poseso y poseído:
tu mirada en la mía como destino.
El sol jugueteando en tus rizos,
cegando sus reflejos en mi mirada,
y con el objetivo de hacer imperecedero
aquel breve instante eternizado.
Te descubrí en un rayo de luz
que me ofreció el destino,
que entró por la vista y recaló
en lo más íntimo y vital de mi ser.
Te atesoré para siempre y me sacié,
y hoy vuelves a mi mente y a mi boca
haciendo sones, tejiendo armonías.
Te descubrí junto al nogal,
aún no había besado tus labios,
pero me estremecí imaginando el sabor.
Bendito ese nogal donde la conociste y empezó vuestra historia de amor. Saludos
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