Limitados en conocimientos, en fortaleza,
pero también en caducidad temporal.
La inmortalidad terrena es inalcanzable,
tan solo un puñado selecto logra dicha gloria
en el trabado y duro tamiz de los años;
en cambio la eternidad la valora otras Manos
más amorosas y transigentes que las humanas.
Nacemos con fecha de caducidad,
aunque nos afanamos como dueños de un futuro
que ni nos pertenece, ni lo podemos modificar:
en breve nos cubrirá una sombra,
y con ella el amargo y definitivo olvido.
Una bruma densa y fría como una mole,
un titánico punto final ineludible,
y en ella serán abatidos nuestros pilares,
los arbotantes y hasta los mismos cimientos.
Somos aves de paso que merodean por el hoy
con ínfulas del imposible para siempre,
y ni permaneceremos, ni seremos recordados:
somos masa amorfa destinada al olvido.
Y aquél puñado selecto, cuya memoria perdure,
habrán sido enjuiciados por un severo tribunal
y paseado por el filo de un anonimato rotundo.
Limitados. Aunque absolutamente nada espero,
temo más al juicio de los hombre que al de Dios.
Esperar, no hay que esperar nada, y depende de tu existencia y de tus creencias temerás a unos o a otros, aunque una vez muerto, ¡¡que más dá!!
ResponderEliminarLa caducidad es el rasero que nos iguala a todos, Emilio.
EliminarUn abrazo.
La caducidad es de las pocas cosas que si se nos cumplen.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Es uno de los hecho que, aunque futuribles, lo tenemos todos por cierto, Sara.
EliminarUn abrazo.
No me extraña, Dios es mejor persona que los humanos.
ResponderEliminarTampoco eso lo podemos poner en duda, Tracy.
EliminarUn abrazo.
El polvo del olvido llegará para todos, Francisco...Lo único que nos anima es la fé, que supera la caducidad del cuerpo gracias a la eternidad del alma...Ahí estamos todos, confiando y esperanzados en que sea así...
ResponderEliminarMi abrazo entrañable.
Esa es la salvación, Mª Jesús, y en ella nuestra esperanza.
EliminarUn entrañable abrazo.