Este agua de la acequia
debió ser anteayer lluvia,
así como la arena donde
se hunden mis pies al caminar
debieron ser roca, dándole
las vueltas oportunas al calendario.
Siguiendo la misma secuencia,
este polvo del camino
debió ser talla de hombre
antes de haber sido molturado
por el incesante paso del tiempo.
En esa evolución de lo efímero
hacia el equilibrio estable,
estos pasos míos
hacia el desfiladero por el que
desaparecer para siempre
y ser por fin callado silencio.
Nada ni nadie desaparece para siempre. Queda su legado y su memoria.
ResponderEliminarAbrazos, Paco.
Se transforma la materia, pero queda su esencia y su obra. Gracias, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Inevitable... ese callado silencio.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así es, Rafael, esa es la puerta común para todos.
EliminarUn abrazo.