Había leído gran parte de su
obra
y tenía de él la imagen
de un tótem sagrado;
cuando se alojó en el hotel
me pareció todavía más
inmenso,
algo así como un alero de básquet
arrastrando la erre por las
cavidades
del frenillo.
Al otro lado del mostrador,
encorsetado
en uniforme y corbata, me
apropié
de sus títulos y le hable de
ellos
como quien ríe las gracias
de sus hijos o de sus
nietos.
En sus ojos pícaros de
argentino
placeado por Pigalle y Montmatre,
había una cierta
indiferencia
o el hartazgo de la
costumbre;
me firmó y regaló la novela
que esa noche presentaría en
Madrid
y yo a él tres o cuatro
folios
mecanografiados con la vieja
Olivetti,
que guardó con fingida
fruición.
Yo debí ser para Julio Cortázar
una anécdota carente de
importancia;
él para mí un brillante resplandor
que se apagó al día
siguiente,
cuando vinieron a recogerle
de la editorial
y se hicieron cargo de la
cuenta,
sin que volviera a acercarse
por el mostrador.
Tu tienes tus hijos, el tiene los suyos, escribir no es fácil, quien lo hace ya muestra un gran resplandor.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me gusta la brillante metáfora que has usado, Emilio.
EliminarUn abrazo.
Esa portada... Por casa anda también. Y La Maga y Pereira y Morelli... Todo un mundo.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Había leído varios de sus libros. Cuando supe que estaba entre los clientes, me vine de casa con todos sus libros y me los firmó; luego añadió el que venía a presentar y añadió: "este no lo tienes". Un tesoro, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Ocurre con mucha frecuencia, a veces vemos demasiada luz donde también hay penumbra.
ResponderEliminarUn beso.
Así es, Musa, y viceversa. Esa es la engañosa apreciación de las cosas y no la verdad sobre ellas.
EliminarUn beso.
Una semblanza preciosa del escritor. Seguro que al leer lo tuyo, se sorprendió y también lo atesoró amigo. Nadie puede quedar indiferente ante un poeta, sea de renombre o no, especialmente si sus versos son buenos. Beso
ResponderEliminar¡Qué suerte tuviste, Paco!
ResponderEliminarBesos.
:)