A
Luis Canchola
El clarinete da una sutil
señal de alerta rompiendo el
silencio
y en algún lugar del bosque
una madera hermana
se queja con similar sonido
─agitada por el viento─
cuando el violín trota
por el pináculo de los
agudos
como gallo de corral
que se reivindica
extendiendo sus alas
por todo el arco de su
envergadura.
Como respuesta, el chelo
empolla el contrapunto desde
su gestualidad:
notas que subdividen el
espacio
en parcelas acústicas,
que subraya como con manchas
de color
en cortas pinceladas,
sobre un tapiz recoleto e
irisado;
en tanto el oboe
se desliza como descalzo
por una escala descendente
que viene a morir
─poco más tarde─
en un breve silencio.
Todos atentos. Alarma
general:
los virtuosos dedos de María,
negras y blancas,
arrancan con un pianísimo la
melodía central
a la que se ensartan
conformando el allegro,
desgranado por el apasionado
quinteto
que acaba en prolongada
ovación.
Gran concierto.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Gracias, Cayetano, por venir al concierto y por la ovación.
EliminarUn abrazo.
me gusta como escribes
ResponderEliminarasi de facil es lo que siento
Muchísimas gracias por tus palabras. Espero que recomiences muchas veces.
EliminarUn abrazo.
Nos has relatado la sinfonía de ese quinteto, como si se tratara de un cuento, que surge espontáneo en las profundidades del bosque, anunciando la llegada de la bella Blanca Nieves...Mágico y sugerente, Francisco.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz semana.
Muchísimas gracias, María Jesús. Al parecer, he conseguido mi objetivo. Mil gracias.
EliminarUn abrazo.