Dame esta noche de estío
una brisa suave que mueva
los visillos
al entrar haciendo música
por la ventana.
Dame una noche sin nubes,
estrelladas como las noches
de antaño,
oscura en la plaza y en las
calles
y luminosa en todo lo
extenso
del firmamento que nos entrona.
Dame el aroma del pasero,
donde los higos se hacen
confitura
y el pampanear de la parra,
donde se dora la uva
en hermosos racimos como
manos de mujer.
Dame el botijo que beba, que
apague
esta sed donde tú eres la
punta de sal
en los labios que se cierran
para impedir ser besados.
Dame ese tostado de tu piel
a la luz de la luna
y dame cuerda para no dejar
de soñarte en tu ausencia;
dame el aliento de tus
suspiros
cuando te agitan las
pesadillas;
dame una palabra, un gesto,
un rasgo,
una prenda, una señal
inequívoca
de que tú me piensas, lo
mismo que
yo no puedo dejar de
imaginarte mía.
Sería entonces... la noche perfecta.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Buscar la perfección, un anhelo; encontrarlo una quimera.
EliminarUn abrazo.
¡Muy bien!
ResponderEliminarMuchas gracias, Angalu.
EliminarUn abrazo.