Bronces heridos por la
pátina del tiempo
de unos relojes dilatados y
dalinianos,
bruñidos y calcados, que un
día fuisteis plantados
con el boato de lo exclusivo.
Estatuas, silencio y
verdina;
historias que plagian
historias…
Avenida del Mar.
Marbella, museo abierto:
una decena de bronces relevantes
con sus escorzos imposibles
y su misterio.
Un caballo tropezando con gentes
ha provocado el
enloquecimiento de la mujer
que desnuda está subiendo la escalera,
mientras Don Quijote reflexiona sentado
y Gala gravitando entre surtidores
se asoma a la ventana
observando extasiada al hombre sobre delfín.
Perseo,
en su cuasi divinidad dogmatiza sobre
la entrada triunfal de Trajano a caballo
y el príncipe del comercio, Mercurio,
se encapricha del Elefante cósmico
y se agita la brisa desde la
playa
abrochando el entorno y
ensanchando las almas.
No hagas caso de las estatuas, aunque sean de dioses, que son muy cotillas. Todo el día en la calle fisgoneando lo que hacemos otros. Además, están resentidas por las cagadas de las palomas y por el vandalismo urbano.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
De estas cosas me tendrías que haber advertido antes, Cayetano. ¡Menudo chasco me he llevado con las estatuas!
EliminarUn abrazo
Un bulevar muy bonito el que nos muestras en tu poema lleno de arte y maestría.
ResponderEliminarAbrazos.
Muchas gracias, Rafael, por tus cariñosas palabras.
EliminarUn abrazo.