Antes de que soltara el
viento su anclaje
inflando ambos carrillos
como un niño con globos de
colores,
se descorrió la cortina de
nubes
que presagiaba temporal;
a las primeras ráfagas,
se arremolinaron las hojas
en una espiral indecisa
que no atinaba dónde
posarse;
dos sombreros y tres pamelas
precedían
la marcha acompasados por
los soplidos
y los peines perdieron su
eficacia;
hasta un peluquín sin dueño
reconocido
hizo un par de escorzos
antes de desaparecer;
las faldas perdieron su
eficacia
y todo y todos la
verticalidad,
inclinándose para ofrecer
menos trapo al viento.
Sobre los cristales,
una artillería de restos vegetales,
partículas de arena y
tierra,
imprimiendo rotundidad en el
redoble.
A poco, era la lluvia la
protagonista
y un apagón eléctrico
tiñó de tétrico el
anochecer.
Las calles desiertas,
fantasmales, arroyos
improvisados,
afluentes entre sí en la
próxima esquina
y una desolación
generalizada
orquestada por el viento.
Creo que hay pocas cosas que sean más antipáticas que ese viento desaforado que va acompañado de partículas de arena y polvo en suspensión.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Lo cierto es que no estamos preparados para ello. Sí, Cayetano, es realmente molesto.
EliminarUn abrazo
Hermoso homenaje a ese director de orquesta, que es el viento...El llega de vez en cuando para dar un paréntesis en nuestro ajetreo diario...Nos calla y nos habla con todo su ímpetu, recordándonos que, la fuerza y la sabiduría de la naturaleza están por encima del hombre y su ciencia...Deberíamos tomar nota de ello.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz domingo, Francisco.
¡Qué hermoso y qué suerte contar contigo cada día, María Jesús. Muchísimas gracias.
EliminarUn fuerte abrazo.
Así han estado acá los días está semana... bellos.
ResponderEliminarDesolados de sol más mo de desolación. Hay alegría y te la comparto en este abrazo.
El tiempo anda un poco loco, Sara, pero lo disfrutamos en todo caso y es lo mejor que podemos hacer.
EliminarUn abrazo.