Tu iniciativa duerme
mientras desespero.
Sí que consientes,
pero tu acción dormita a la espera
sin atreverte a vadear
la distancia entre ambos.
Digamos que sí, que das el plácet,
que no hay un rechazo
y que al primer beso
jalonas cuantos convengan,
según la sed o el ardor
al que te veas sometida.
Mis labios, en cambio,
son sed desértica, permanente,
siempre abrasados y sin espera,
imprudentes como el deseo;
tú imán, yo fierro ardiente
que me desplazo sin voluntad
atraído y abstraído,
sin demora, sin la capacidad
de aguardar al consentimiento.
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