Espuma inmediata en la orilla
de un nácar inmaculado y virginal.
Azul genérico, casi infinito,
en traje de faena y en sus querencias.
Verde con tornasoles de ensueño,
en el crestear rítmico y acompasado,
cuando las profundidades
le dice confidencias al oído.
Amarillo en el incendio del medio día,
cuando el sol ha escalado al Orto
y desde allí domina y avasalla.
Rosáceo cuando se echa un echarpe
en los bostezos del atardecer,
y coquetea con las mozas en el paseo.
Rojo intenso cuando los achares
le resultan agresivos y blasfemos
o cuando el sol incendia el poniente
y siembra de dudas el devenir.
Gris, opaco y gris, cuando la pesadumbre
es plomiza como la nausea
y dan ganas de cerrar los ojos
para escalar o derrapar por las vísceras.
Y violeta irisado de blondas y bucles
si la indecisión toma el timón
y marca un destino insospechado.
Quee bellos colores..tan cálidos en sus letras que has hecho que se deshiele un poco esta noche..bsss
ResponderEliminarDepende de tu estado de ánimo que interpretes o sientas los colores de una manera o de otra: un ocaso de tonos cárdenos puede resultar maravilloso en buena compañía y deprimente si andas solo sin quererlo estar. Un abrazo.
ResponderEliminarEl mar es muy coqueto y le gusta vestirse de colores, tu poema lo describe de maravilla. Saludos
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